Choque en la calle 24. [ Privado. ]

Estaba en la casa con el mayor cuando cometió el grave error de mencionar que se habían quedado sin huevos y leche para la cena. Normalmente era él quien se encargaba de las compras, de la comida, de casi todas las tareas del hogar, pero hablando en voz alta simplemente dijo "Hay que comprar huevos y leche", simplemente para acordarse... y al parecer el mayor decidió tomar cartas en el asunto.

Izaya había terminado de lavar los platos y secándose las manos se dirigió a la sala solo para encontrarla vacía, buscó en el estudio, en el cuarto, en el baño y desesperado corrió a la puerta para descubrir que las llaves del auto no estaban. La maldición del pelinegro menor se escuchó a lo ancho y largo de la casa mientras tomaba las de su Ferrari y salía a buscarlo.

En el auto y conduciendo hacia la 24 musitaba solo - La cuarta vez... ya van tres veces esta semana y recién estamos a jueves... - al girar la esquina vio la torre de agua que salía del hidrante. Se acercó estacionando a un lado del coche estrellado, bajó la ventanilla del lado del acompañante y le miró - ¿Necesitas un aventón, viejo~? - Apagó el motor y salió del auto sacando su movil para llamar a que viniesen por el auto mientras observaba los daños. - ¿Por qué saliste, Shiki? Si querías ir a algún sitio solo tenías que decírmelo. - Saludó a la anciana que seguía gritando desde el balcón.

El mayor estaba demasiado tranquilo, como si hubiese aparcado correctamente y tan sólo esperase por alguien, aunque sólo estaba correcto en la segunda parte. Su espera no se prolongó demasiado cuando un muy conocido auto rojizo dobló por la esquina hacia su posición, frenándose. De este bajó su chofer personal, un muchacho de menos de la mitad de su edad, un individuo que a pesar de llevar dos años conociéndole, todavía llamaba su atención en movimientos y comportamiento.

Se había distraído mirándole, pero cuando escuchó su pregunta se encogió de hombros, guardándose las manos en los bolsillos del pantalón y caminando hacia el ferrari rojo. Casi parecía que iba a tomar el asiento del conductor, pero después se desvió hacia el del copiloto. Abrió la puerta, pero antes de entrar observó a su pupilo. - Trae la comida y volvamos a casa. Tengo hambre, además hace calor. - Luego dirigió la vista a su auto negro, al cual todo mundo conocía como "Bomber", palabra que tenía la placa trasera y delantera en lugar del acostumbrado número de identificación. Entró al ferrari, cerrando la puerta.

Al notar que se dirigía directamente a la puerta del conductor un escalofrío le recorrió la columna vertebral y ya se imaginaba su hermoso auto estrellado contra algo, le fue a seguir con urgencia para impedirlo pero notó que siguió camino hasta el asiento del copiloto haciéndole suspirar de alivio.

No terminaba de entender, mientras esperaba en línea miró el auto, miró la calle, el hidrante... observó todo para hacerse la idea del accidente en su cabeza. No había curva peligroso, no había derrape en el piso, no había señalizaciones o cruce de peatones, solo era una calle recta... ¡¿Como demonios siempre se las ingeniaba para terminar estampando el auto contra cualquier cosa que encontrase?! Suspiró inclinándose hacia adelante emitiendo un suave "Haaai~" cuando el pelinegro le informó de la comida y alzó su cabeza de pronto al escuchar que contestaban del otro lado de la línea. - Si, la calle 24, contra un hidrante. ... Sí. ... Salió sin que lo viese. ... Lo sé. ... Bien, entendido. La reparación cuanto antes. - y cortó metiéndose dentro del auto estrellado para tomar las bolsas de compras y llevarlas al Ferrari.

No temía dejar el auto solo, nadie se atrevería a robarlo, ni siquiera revisar la guantera. Igual en pocos minutos llegarían por el auto y cortarían el agua para arreglar aquello. Ingresó al asiento del conductor dejandole las bolsas al pelinegro. Encendió el auto, el motor apenas se escuchó en un zumbido suave y delicado, perfectamente calibrado. - ¿Qué compraste, viejo~? Con lo que te salen los arreglos del auto te sería más económico abrir tu propia tienda de víveres al lado de casa. - comentó sonriendo mientras maniobraba para girar en la calle subiendo por una entrada de garaje y retornando al hogar.

Cuando llegaron al pequeño edificio departamental abrió la puerta del auto, luego salió cerrándola con calma. Le miró de reojo. - Sabes que sólo estaremos aquí por unas pocas horas, tenemos trabajo. - Avanzó hacia las escaleras situadas a lado de la cochera, las cuales llevaban directo al segundo piso donde se encontraban las habitaciones. - Y tendrás que prestarme tu auto, estoy seguro que dañé el radiador de Bomber. Pero no pasa nada, sólo llévaselo al sujeto que lo reparó antier.

En el pequeño trayecto que había estado afuera el calor abrumó su cuerpo. Con toda libertad empezó a desbotonarse la camisa negra que vestía ese día, ante la mirada de un hombre de raza negra que leía una revista porno. Aquel individuo era parte de su equipo especial, gracias a su fuerza física. Se llamaba John, o bueno... Así le decían todos. Este al verlo llegar junto con el otro suspiró, dirigiéndose a Izaya. - ¿Por qué no le pones una correa al viejo? Oye, imagínate cuando use silla de rue- ¡Ugh! - La camisa de Shiki había caído sobre el rostro ajeno, buscando callarle.

Avanzó hacia la ducha, luciendo los sorprendentes tatujes de su espalda. Cerró la puerta al entrar, luego pudo escucharse el sonido del agua caer.

Al bajar del auto cerró el mismo llevando las bolsas de las compras. El camino había sido especialmente silencioso, para su suerte estaban a solo unas pocas cuadras así que el regreso fue corto. Le vió subir las escaleras y solo siguió sus pasos pero se detuvo al escucharle - ¿Qué? ¿Mi auto? ¿Estás loco...? Te llevaré a donde necesites, no quiero que termine contra un árbol o algo así. Seguro reparan el Bomber y lo envían donde estemos. No habrá necesidad... - Le siguió casi pisando sus talones como si intentase convencerlo de algo inamovible.

Resignado solo entró mirándole quitarse la ropa. Saludó nuevamente a John con la mano y sonrió al escucharle. - El cielo nos ampare si alguna vez se tiene que sentar sobre una silla de ruedas, seguro termina pisándonos a cada uno de nosotros y tirando cuanta cosa encuentre en su camino~ - se dirigió a la cocina para cocinar algo rápido mientras el mayor se duchaba.

Al cabo de unos minutos ya tenía hirviendo una sopa con verduras y un par de huevos enteros dentro para que se cocinaran y pudiese cortarlos después cuando estuviesen duros. A un lado fritaba finas tiras de carne para complementar. Sabía que Shiki no se estaba alimentando bien últimamente así que no perdía oportunidad de dale buen alimento.

Durante la ducha se mantuvo pensativo, o lo que se podría decir perdiendo el tiempo. Ya había terminado de lavarse el cabello y el cuerpo, y sólo se encontraba meditando sobre el trabajo de ese día, donde podría tomar el volante a su manera. Sin embargo había un par de detalles que no le agradaban... Detalles que no podría controlar, como la mayor parte de trabajos que tomaban en las carreteras, haciendo uso de espléndidos autos para asaltar cargas.

Para empezar, el camino que tomarían era una carretera que rodeaba una montaña que a pesar de tener pavimento, carecía de medidas de seguridad y las curvas eran sumamente cerradas... Además no tenía su auto, su comodidad, o esperaba que lo tuviesen para esa tarde. Se empezaría a preocupar si tendría que usar otro auto.

Salió de la ducha y se secó descuidadamente con la toalla, se colocó la misma ropa que poseía y salió sin camisa, con la toalla cruzando su cuello y cayendo por sus hombros, sobre el pecho. Tomó asiento en la mesa de la cocina, esperando su comida. - John, ve con el geek que está arreglando mi auto, supervísalo y apúralo. - El sujeto asintió, saliendo del departamento. Cuando se quedaron a solas, estiró su brazo hacia el codo de Izaya y le acercó, robándole un breve beso de los labios.

Desde hace unos meses había empezado con esos tratos: abrazos, robar besos, quizás algunas insinuaciones... Pero nunca había pasado a más, a pesar de que trataba de evitarlo, aunque algunas veces simplemente no podía, y necesitaba saciarse de forma sutil para recuperar su seriedad. No era su culpa, simplemente ese chico era especial, le atraía de forma única.

Al escucharle salir preparó la mesa llevando el plato, los cubiertos, una cerveza, un vaso, condimentos, o al menos sal y pimienta que era lo que había en esa casa y continuó fritando. El beso le interrumpió por un momento pero sonrió y siguió con su trabajo como nada. Las primeras veces quedaba confundido, apenado y descolocado, pero poco a poco se había acostumbrado a aquello, los roces, los besos, los abrazos, al punto que las insinuaciones las continuaba en un jugueteo que él suponía que no llegaría a mayores. Asumía que sería solo tensión del pelinegro, hacía tiempo que no lo veía con ninguna mujer y asumía que su cuerpo era bastante andrógino.

Le acercó la comida, un cuenco de sopa con verduras con tiras de carne dentro así como trocitos de pan que había tostado con manteca en el mismo jugo de la carne. No sabía cocinar muchas cosas, pero se había acostumbrado a los platos que le gustaban al mayor, o al menos que le hicieran bien y que los comiera sin poner malas caras. Le sirvió y enseguida se acercó él sentándose enfrentado con su propia comida, solo que tenía soda en lugar de cerveza.

Al verlo comer concentrado tragó lo que tenía en la boca - ¿En que piensas? - preguntó y sopló un poco el caldo que soltaba vapor de lo caliente que estaba.

Realmente no era fijado con la comida, tampoco exigente. Sin embargo no podía negar que lo que el otro preparaba estaba bastante bien. Tomó la cuchara y empezó a comer la sopa, quizás demasiado rápido de lo normal, luego acompañaba con los trocitos de pan, cuyo sabor único le motivó a hacer preguntas, algo que rara vez hacía. - ¿En dónde aprendiste a cocinar esto? Sabe bastante bien... ¿Qué usaste? - No obstante, recordó la pregunta ajena, y la respondió de forma corta. - Ah, en Bomber.

Siempre se dirigía a su auto como si fuese una persona. En si había recorrido todo el país en ese mismo auto, una de las mejores ediciones de la agencia de autos. Estaba customizado a su gusto, y estaba seguro que ni las mejores versiones nuevas le gustarían tanto como él. Terminó de comer y dejó los platos en la mesa, luego avanzó hacia los catres acomodados en la sala para todo el equipo.

Como viajaban demasiado vivían de casa en casa, sólo con lo necesario: lugares dónde dormir cómodamente, comer y servicios. Elevó un pie y encendió un pequeño ventilador, luego avanzó hacia un sofá cama preparado para dormir y se tumbó en este boca abajo, con sus tatuajes a la vista, dispuesto a reposar la comida.

Comiendo tranquilamente sonrió al escucharle interesarse confirmando que le gustaba - ¿Ah? Solo lo tosté sobre el jugo de la carne para que tomase sabor. Y se me ocurrió hacerlo ahora. Esta mañana vi en la tele como se hacía esta sopa y supuse que te gustaría. - aclaró su garganta y siguió comiendo asintiendo al escuchar que pensaba en su auto. Era de suponer, ese auto parecía la esposa de aquel hombre, lo cuidaba, lo llevaba a todos lados con él... incluso juraba que había escuchado hablarle, sin embargo sería considerado un hombre golpeador si el auto fuese su esposa. Chocar cuatro veces en una semana no era algo normal.

Suspiró terminando de comer y juntando la losa la dejó a un lado, no pensaba lavar, de bastante se encargaba ya y estaba lleno. Se acercó y le miró la espalda, aquel trabajo tan detallado de dragones y diseños orientales siempre le había encantado. Se sentó en el posabrazos del sillón y encendió el pequeño televisor que había allí poniendo las noticias, anunciaban el clima en ese momento... lluvias en la noche. Preocupado miró al pelinegro.

Cerró los ojos y dejó salir un gran suspiro al estar recostado, empezando a quedarse dormido hasta que cayó en una profunda siesta, de la cual no recordó sueño alguno. Despertó al inicio del anochecer, tras escuchar a John volver con las llaves del Bomber, las cuales le lanzó al líder. Este las tomó al alzar su brazo y atraparlas, estirándose y luego poniéndose de pie. - Hora de trabajar. John, llena los tanques, usaremos tres unidades. Izaya, asegúrate de tener las cadenas y las herramientas en las cajuelas, también las armas en el asiento trasero, las quiero listas y a cada uno con un tirador en el copiloto. Izaya, asaltarás por mí, yo seré tu conductor.

Algunos considerarían eso último como un suicidio, debido a sus múltiples choques, sin embargo cuando él estaba al volante en situaciones veloces, nadie mejor que él para manejarlo. Podría decirse que ese instante se volvía el más seguro de toda la tierra, y que quien le acompañase lograría su meta efectiva, que era secuestrar los camiones de cargamentos sin que el conductor chocase y los destrozara, debía ser un asalto cuidadoso.

El pelinegro se quedó mirando las noticias, al terminar se recostó en uno de los catres donde dormitó sin poder conciliar del todo el sueño por el calor de ese día, el ventilador ayudaba pero no demasiado. Se despertó al escuchar que entraba gente en el apartamento. Se estiró y desperezó dirigiéndose a la cocina, feliz de que el pelinegro mayor recuperase su auto, al menos conduciría con confianza. Aunque con tantos arreglos seguro ya sería bueno que comenzase a pensar en cambiar de vehículo, aunque fuese uno idéntico al que ya poseía.

Mientras preparaba té escuchó las instrucciones, ya había estudiado el plan y asumía que sería esa su función, era lo más seguro. Regresó con una taza de té para él y otra para el mayor, eso les ayudaría a despejarse y prepararles para una larga noche. El menor apresuró con largos tragos. - Entendido. Ya está todo preparado en el Ferrari, solo es cambiar las cosas al maletero de Bomber y pasar las armas. Vístete mientras arreglo eso. En el noticiaron anunciaron lluvia, será mejor para nosotros. - dijo mientras dejaba la taza a un lado sobre la mesa con la mitad por tomar y bajaba para aprontar los autos. El hombre de color le acompañó para ayudarle.

En el estacionamiento observó el auto reparado de su jefe, abrió el capó para revisar el motor y buscar cualquier imperfección, lo encendió, escuchó y al estar conforme abrió el maletero cambiando los objetos de un auto a otro. No aceptó ayuda, prefería supervisar él en primera mano cualquier movimiento.

En pocos minutos estuvo todo listo, solo se sentó en el capó esperando por su jefe.

Se guardó las llaves del auto en el bolsillo y después se colocó la camisa negra que vestía, abotonandola desde los dos primeros botones hacia abajo. Encima se colocó un saco blanco sencillo, quedando con la ropa habitual que le caracterizaba. Se acomodó el cabello con una mano y luego, tomó una pequeña mochila y bajó al garaje del departamento, el cual era más grande que los cuartos. Dentro estaba el Murciélago perfectamente reparado, lo observó unos momentos y miró a Izaya. Al notar su mirada de confianza asintió, suponiendo que el auto se encontraba perfectamente.

Había un auto amarillo y otro verde metálico, igual de "profesionales" que los propios. Al notar que su auto estaba entero, subió al asiento del copiloto y dejó que fuese Izaya quien sacara a Bomber de la ciudad. No tenía tiempo para sus ocurrencias personales entre las horribles calles de la ciudad, y podría decirse que antes del trabajo era más consciente.

El camino que debían cubrir estaba a cuarenta y cinco minutos de distancia de la ciudad, y mientras el otro le llevaba al punto del cual partirían, inclinó el asiento hacia atrás y se entre enlazó las manos en la nuca, cerrando los ojos mientras disfrutaba el paseo. - El auto ... Quedó bien.

Se adentró en el auto al terminar y entró las llaves del Ferrari al guardaespaldas que estaba a su lado, él se encargaría de llevarlo a otro lugar al terminar el trabajo, no podían volver al mismo sitio. Se acomodó, cerró las puertas, encendió el motor y acomodó el asiento para estar cómodo él en el auto. Como siempre el auto del mayor era quien guiaba así que todos esperaron a que el murciélago negro se adelantase para seguirlo.

Ese auto era extremadamente fácil de manejar, se movía como si fuese parte de su cuerpo, respondía suavemente a cualquier estímulo, ya sea un simple aumento de cambio y roce del embrague para realizarlo como en una curva con una caricia sobre el volante. Aquellos autos ni siquiera venían en automático por lo que no todos tenían una destreza tan diestra para conducirlos. A parte, por su diseño y suavidad no se sentía la velocidad dentro de este, así que era difícil tener conciencia de la velocidad tomada.

La caravana de tres coches surcaron la ciudad cuando las nubes cubrían el cielo sobre ellos, a los quince minutos comenzó a caer las primeras gotas, el menor encendió los limpiaparabrisas mientras maniobraba en un cruce seguido de los otros dos. No estaba nervioso, sentía que tenía total control de la situación y era extraño que fallasen por no decir que nunca lo hacían. La carretera se abría ante ellos y por el clima así como por la hora eran poco los autos que pasaban por allí, la hora pico había pasado hace rato.

Se adentró más en las afueras antes de estacionar el auto en un costado para despertar a su acompañante, los otros dos autos le imitaron. Tomó el comunicador y comprobaron la sincronía de la hora entre los tres antes de que el menor se quitarse el cinturón de seguridad y pasar el asiento trasero para cargar las armas y acomodarlas. - Tenemos 6 minutos a nuestro favor.- informó al mayor.

El paseo había sido suave, sin embargo había despertado antes de que el otro se lo indicara, aunque había dejado cerrados los ojos para que no ser molestado. Cuando el otro cambió de asiento, él se levantó del suyo y se pasó con cuidado hacia su lugar, acomodando tanto el asiento como el respaldo. Tomó la palanca de cambios y la movió a los lados para remarcar la postura neutral del vehículo, luego apoyó los pies en los pedales. Los sintió un poco, después retiró el freno de mano. Cuando vió que el otro terminaba de acomodar las armas, sujetó el volante con una mano.

Dio la señal con un cambio de luces, y fue cuando los autos de atrás empezaron a hacer sonar el motor con acelerones para indicar que estaban listos. Fue ahí cuando todo comenzó... Inició en primera, la cual duró apenas y un segundo al hundir el pedal del acelerador y cambiar a segunda. Revolucionó a tercera, cuarta y mantuvo la velocidad ahí hasta el momento indicado, donde colocó quinta.

Era exageradamente rápido... Y habil. Entró a la montaña de altas curvas y parecía como si en realidad fuese en primera, pasando con atención cada curva, aunque no era así. Llegó un momento en el cual el camino fue totalmente recto, cruzaron un puente, y al doblar otra curva hacia un camino recto, pudieron verse las luces del camión a asaltar... Era un transportador de autos de lujo.

Se pasó al asiento delantero del copiloto y se acomodó mirando por el espejo retrovisor los otros autos. Sonrió de lado antes de que el pelinegro acelerase. Aquel auto era hermoso en su andar, el cambio de velocidades pasaba de una a otra de una manera tan natural que parecía un coche automático, y el mayor lo manejaba como si fuese otra persona... no parecía que ese mismo había chocado contra un hidrante esa mañana. Confiado solo disfrutó el viaje mirando siempre al frente y por el retrovisor los otros dos autos.

Al notar en la última curva que venía el transportador, aquel gran camión rojo se tensó y su espalda se separó del asiento listo para actuar. Sabía que Shiki debería conducir perfectamente paralelo con el transporte para poder saltar. Las puertas del murciélago eran ideales, al abrirse hacia arriba dejaban acercarse lo suficiente para que el salto fuese seguro.

Al orillar el auto con el camión este quedó en medio de los dos autos. El hombre asustado aceleró e intentó empujar a uno de los autos contra el borde del acantilado.

La gente que lo conocía no podía explicarse cómo era que el mayor manejaba los pedales tan espléndidamente en tal velocidad, cuando en la ciudad era un asco.. O algo peor que eso. Muchos pensaban que ni siquiera conocía lo que era el freno, pero la verdad era que sabía coordinarlo perfectamente con la velocidad, reduciéndola lo suficiente o cambiándola apenas un poco.

Sus manos no temblaban en el volante, y requerían de suaves movimientos para mover el auto, con cero nerviosismo. Así, acercó el auto a la puerta del conductor del camión, mientras un auto se acomodaba delante de este y otro permanecía atrás. Sus ojos estaban siempre al frente aunque de vez en cuando miraba de reojo hacia el costado del camión, y al ver que intentaba golpearle aceleró el auto, adelantándose lo suficiente para esquivarle y luego, como si el auto se acomodase por si mismo, retrocedió para volverse a colocar en el lugar. - Dile a John que asalte del otro lado... Él lo mata, tú tomas el volante. No me gusta cuando los conductores tienen agallas como para defenderse. - Habló, mirando al frente siempre.

La maniobra le hizo aferrarse a la puerta mirando con desprecio al camión. - Entendido. No entiendo por que no entienden que es más fácil para ellos solo dejarse tomar. - suspiró y tomó el comunicador para dar las indicaciones pertinentes. Confirmadas solo se quedó quieto contra la puerta esperando la señal para abrir la puerta y poder saltar al camión.

Se tardó un poco en posicionar el otro auto junto al camión puesto que este constantemente intentaba evadirlos con maniobras peligrosas, pero el camión era grande y torpe en comparación con los autos que lo acorralaban. La escena parecía de una manada de lobos intentando dar de baja a un gran buey.

Finalmente el comunicador sonó con algo de interferencia y un claro "Posicionado, procediendo al operativo" dio la señal a ambos pelinegros de que se posicionasen para saltar. El menor abrió la puerta cambiando un poco la resistencia del viento, pero nada que el mayor no pudiese controlar. Solo tenía que acercarse un poco más el auto al camión para lograrlo... solo un poco más e Izaya podría saltar.

La primera vez que había hecho que el chiquillo a su lado hiciera eso sintió ligeros nervios, sin embargo ahora aquella sensación se había disipado. El otro era perfecto en lo que hacía, tenía una agilidad única y un cerebro listo para cualquier circunstancia necesaria. Además, si llegaba a ponerse nervioso aunque fuese un poco, sería demasiado peligroso para ambos, al grado de terminar muertos.

Seguía mirando al frente, escuchando el rugido del motor en espléndido estado, vaya que se encargaría de darle un buen pago al muchachillo que se encargó de repararlo, aunque cualquier cosa podría pasar, un pozo imprevisto, algo en el camino... Se encargó de revisar que los siguientes metros estuviesen en orden y cuando lo comprobó, movió el auto, dándole unos segundos de perfecta posición a Izaya. - ¡Ahora!

No necesitaba mirar otro lugar que no fuese la puerta del camión y los puntos donde se sujetaría, confiaba plenamente en el mayor. Después de más de un año haciendo aquello sabía que era o confianza o fallar en el operativo. Así funcionaba esto, todos tenian que tener plena confianza en todos, al menos en ese momento de acción, si uno fallaba todos fallaban y el resultado no sería otro que la muerte.

Por eso cuando escuchó la voz del mayor no hubo ni un segundo de dudas y saltó ciegamente centrándose solo en donde tenía que sujetarse. Sus dedos se tomaron de la manija de la puerta y del borde de la misma apoyando sus pies en el desnivel del camión. Cerró sus ojos y soltando una mano y con la culata del arma que colgaba de su torso rompió la ventanilla metiéndose dentro con agilidad. El cuerpo del conductor aún estaba en su posición y el hombre de color que sujetaba el volante le ayudó a tomar el control del camión.

Hubo una ligera resistencia, el disparo en el pecho del conductor al parecer no le había matado y aquello ocasionó que el camión se moviese de su curso precipitándose a un lado contra el auto del líder. Izaya sujetó el volante con fuerza volviéndolo a nivelar.

Toda su tensión se eliminó cuando el otro entró al camión, pero de repente este se lanzó contra él. Aceleró todo lo posible para salir de su rango de golpe pero sin embargo, alcanzó a darle en una esquina de la cajuela, alterando totalmente el balance del otro, que sin embargo siguió avanzando de forma chueca. Si no hubiese enderezado el auto, este hubiese caído inevitablemente al barranco o chocado con el costado de la montaña, pero como si tuviese los movimientos en cámara lenta para reaccionar, logró enderezarse.

Empezó a sonar la bocina cuando todo entró en control. Había autos nuevos, por montones, y eso merecía celebración. Continuaron conduciendo por aquellas calles hasta llegar a la siguiente ciudad, que en su estaba bastante lejos de la normal. John se ofreció a conducir el camión para que Izaya pudiese encargarse de Bomber, al cual había frenado a lado del camino. Se subió al asiento del copiloto, esperando a que el otro subiera. No quería llegar presentándose con los policías con un choque y un camión robado, junto con un cadáver.

Al tener control nuevamente del camión y pasar los momentos de tensión de ver el Bomber moverse frente a sí hasta recuperar el camino, pudo finalmente suspirar en paz y tranquilo. Tocó el claxon en celebración y respuesta del mayor y estacionó detrás de este dejando el camino libre a John para que se encargase del cadáver y el camión.

Saltó del asiento del conductor y se acercó al auto de Shiki mirando la abolladura, no era demasiado pero si un poco notoria por el acabado perfecto del Lamoborghini. Suspiró con pesadez e intentó abrir el maletero con algo de dificultad por la abolladura - Shiki-sama ¿qué deseas hacer? Tengo los dos bidones de gasolina aquí. ¿Vamos con el camión o sacamos los autos y los llevamos por ellos mismos? Podríamos lanzar el camión por el barranco para deshacernos de él. - esperó respuesta mientras sacaba la valija de herramientas para arreglar rápidamente la abolladura al menos por el momento, incluso tenía pintura en aerosol del mismo color para dejalo intacto.

Al escuchar al otro le miró por uno de los espejos, y al notar su mirada se percató de que su auto poseía un daño no muy agradable... Pobre auto. Soltó un suspiro y alzó la voz. - John sabe hacer su trabajo, tú ven aquí y llévame a casa. - Ordenó.

La verdad era que no soportaba demasiado tiempo estar dentro de su auto sin poder conducirlo. Quizás ese era el motivo por el cual, a pesar de que sabía que no era bueno, siempre intentaba conducirlo en la ciudad. No soportaba no moverse en aquellas llantas, así que la situación era ir a casa.

Tomó su celular, marcó y pensando un poco, empezó a hablar. - John, entra normalmente a la ciudad, debe haber permisos por ahí que te dejen entrar cómodamente. ¿Recuerdas la bodega que conseguimos el mes pasado? Mete el camión ahí, y el cadáver tíralo donde quieras... Sí, puedes irte a festejar. Bien, nos veremos mañana. Llévate a los muchachos, no quiero que lleven prostitutas al departamento. - Y después de aquello, colgó. Apoyó el celular contra sus labios pensativo... Estaría solo con Izaya. Se le formó una sonrisa a lado.

Solo asintió y quitando el panel interior del maletero dio un par de golpes precisos con un pequeño martillo desde dentro para acomodar un poco la chapa y dando una rápida mano de pintura volvió a dejar todo dentro del maletero para cerrarlo y mirar el trabajo, no se notaría a primera vista. Al menos alguien que viese pasar el auto no notaría el golpe y daría tiempo para llevarlo a arreglar sin levantar demasiadas sospechas.

Al adelantarse le vio pensativo con el celular en sus labios, seguramente estaba deliberando en su mente el reciente trabajo así que no le interrumpió, solo subió al auto y se colocó el cinturón de seguridad cerrando la puerta. Al ver que no reaccionaba pasó delante de él estirándose y colocándole el cinturón - No quiero que nos detengan por multas o algo así... - encendió el motor y acomodando el asiento para estar cómodo hundió el embriague, puso primera quitando el freno de mano y aceleró suavemente con el ronronear del motor para dirigirse al hogar.

- ¿Vamos al apartamento pequeño o tienes en mente otro lugar? Podemos pasar por algún lugar para comprar algo de comer. - sugirió para intentar sacar charla, si no funcionaba encendería la radio.