¿Una rata y una serpiente? [Nezumi]

Sí... así era como le había dicho varias veces Shiki... una serpiente que no oculta sus colmillos. Una serpiente rastrera que siempre se movía en los rincones más oscuros solo para mirar la decadencia de la ciudad para luego susurrare con su lengua fina y veloz todo a quien le daba de comer.

Se encontraba en aquel parque infantil, sentado sobre la estatua de cemento de un elefante rosa de no más de un metro y medio de alto donde su trompa era un rustico tobogán. Sentado en la cabeza del paquidermo su rostro se inclinaba sobre el celular tipeando en el chat que frecuentaba. Pasaba la media noche y no había nadie en la calle, solo alguna persona envuelta en abrigos se precipitaba en la acera intentando llegar rápido a su destino, sin embargo, el pelinegro, estaba solo de pantalón, remera y una chaqueta cerrada con peludo color crema ribeteando todo el borde de la misma.

En la reunión de la bodega lo había visto, aquel joven que quería pasar desapercibido, aquel hombre de ropas destacantes entre tanto traje fino y de mirada altiva. Había averiguado un poco, solo sabía que era informante como él y que se movía en la parte más baja de Japón. Había de todo en la huerta de la Yakuza. Interesado le envió una citación por sms, trasparente y demasiado sincera para ser confiable. Solo un "Me gustaría conocerte más~ Awakusu Izaya"

Su celular vibró. No era algo por lo que Eve debería extrañarse. Tampoco la hora lo sorprendió. Por lo general tenían la maldita costumbre de contratarlo cuando la luz del día se ocultaba en el horizonte. Quizá se sintieran más a salvo en aquel momento puesto la mayoría de los ojos curiosos dormían. Era algo ingenuo. Si el destino quería y la torpeza era la suficiente, nada ni nadie podría evitar el trágico final de ser encontrados. Game over.

De igual forma, nada de eso eran excusas suficientes ¿Cuanto debía hacer para si quiera poder conseguir una noche dormir en paz? Tomo con recelo el aparato rustico que descansaba sobre una mesa de noche al lado de su cama, aquel que utilizaba para los trabajos sucios y el que lo conectaba con la escoria del país. Frunció el ceño cuando se dio cuenta que no era ese el que había sonado. Tomó el otro, uno que aparentaba ser más nuevo y estar en mejores condiciones, descubriendo que, efectivamente, allí se encontraba el mensaje.

¿Cómo demonios habían conseguido ese número? Era demasiado cuidadoso, y casi nadie sabía de su existencia. De forma concisa respondió un "¿Cuándo y dónde?" ni siquiera convencido de si estaba dispuesto a ir.
Giró sobre su cama, apreciando las ya conocidas grietas del techo sobre él. Esperando pacientemente que su celular sonara de nueva cuenta en su pecho.

El pelinegro sonrió cuando el aparato en su mano vibró cubriendo la pantalla con una graciosa y tierna animación de un felino llevando un sobrecito de cartas anunciando un mensaje nuevo. Pulsó leer y enseguida respondió corto y consiso "Ahora, en el parque infantil a un par de cuadras de esa cosa que llamas casa" dijo con una media sonrisa...

Sí, lo había estado observando, desde casi cualquier lugar, incluso desde el teatro como un mero espectador más. Al principio le había costado reconocerle, pero pequeños gestos en su porte, en su mirada, en su expresión corporal. Y por supuesto, lo había visto entrar repetidas veces a ese lugar.

Al darle "Enviar" se tiró infantilmente por la bajada del juego y se quedó recostado en la trompa del elefante mirando el cielo. Sonreía sin maldad, como un niño, pero algo en aquella sonrisa siempre estaba mal, algo nunca inspiraba la confianza que la misma expresión daba en otros.

Había cerrado los ojos, tan solo unos segundos para descansar la vista cuando la pantalla de su celular comenzó a hacer señales de luces y una incómoda vibración invadió su pecho. Justo estaba por continuar su sueño. Poco le faltó para lanzar un improperio al aire. ¿Por qué a él? Se había esforzado por parecer y solo ser una rata inofensiva pero útil ¿Cual era la gran curiosidad que había despertado?

Volvió a revisar el celular y quiso poder decir que no le sorprendía. Pero lo hizo ¡Hasta sabía donde vivía! No, no le gustaba en nada que supieran de él. El orden natural iba en sentido inverso: Era Nezumi quien debería saber las cosas de los demás.

Tecleó un par de códigos en su celular y una rata negra de ojos rojos y vidriosos escapó por la puerta semi abierta. Moonlight se encargaría de revisar la zona por la que iría al encuentro con el pseudo Izaya. Su ratón robótico eran simples ojos y oídos, por desgracia era tan pequeño que no llegaba a grabar por si solo, pero en casos como este era simplemente útil.

"Si esperas lo suficiente, estaré ahí" Lo envió y soltó el celular, dejando que caiga en un lugar al azar de la cama. No quería levantarse. Solo deseaba poder darse la vuelta y seguir durmiendo. Fuese quien fuere, podía esperar hasta la mañana por él. Pero seguramente eso solo empeoraría las cosas.
Con esfuerzo y una gran bocanada de aire se destapó y levantó de golpe de la cama. Se colocó las botas y echó una última ojeada al celular más nuevo. Pudo observar como Moonlight había llegado al lugar pactado y que solo se encontraba una única persona.
Efectivamente era Izaya.

Con sus brazos estirados miraba el celular esperando una respuesta, esperaba que fuese rápida ya teniendo confirmado que estaba atento al celular como para responderle... efectivamente la respuesta llegó con rapidez haciendole reír más abiertamente. Como lo disfrutaba, adoraba esa reacción, esas agallas para escribir esas palabras al segundo al mando cuando la mayoría solo le obedecía, por respeto, voluntad o deber, y ninguno le decía esas cosas, salvo Shiki.

Sus dedos tipearon rápido, entrenados por horas y horas al día escribiendo en ese maldito chat. El mensaje era consiso, como los otros "Creo que no haz notado quien te lo pide. Si no vienes antes que mi paciencia se acabe... enviaré por ti~" esperó viendo que reacción podía causar en aquel ser.

Miró la hora, 4:27, le daría 20 minutos por si tenía que levantarse, cuando se cumpliese el tiempo solo se levantaría e iría. Ya sabría de él luego. Por eso esperaba que realmente notase lo que le convenía y asistiese a la cita programada.

Por el rabillo del ojo notó un movimiento en la quietud del lugar y pudo ver a unos metros el ratón que se acercaba y le miraba. Sonrió metiendo su mano en el bolsillo y en un movimiento fluído y rápido lanzó una daga contra la pequeña maquinita, solo practicando puntería. Un ratón normal no tendría tiempo de reacción tan rápido como para esquivar el cuchillo arrojadizo, un cuchillo corto, de 12 centímetros, completamente metálico y chato con doble filo en su punta y en los primeros 9 centímetros dejando 3 con bordes redondeados para que le sujetase sin lastimarse o cortarse. Perfectamente aerodinámico y, su favorito, con una canaleta en un lado que afectivizaba el desangrado de la herida mientras el instrumento siguiese clavado en la carne.

Se había especializado en dagas y navajas, su arte era bien conocido y algo reprobado por el líder que hubiese preferido algo más "útil" como el diestro manejo de una pistola... pero eso era lo que le gustaba al menor y se debía conformar con que supiese manejar un arma de manera básica.

La rata salto, pero no pudo esquivar el filo de la saga: parte de la piel sintética que la recubría la rasgó, sin embargo ninguna función de ella se estropeó. El pequeño aparato detectó el peligro y huyó, escondiéndose entre las plantas y subiendo a un árbol, buscando protección. Nezumi a veces se sorprendía de lo bien programadas que estaban sus tres amigas y los pocos que sabían de su existencia, se asombraban más que alguien como él las hubiera obtenido.
Sus clientes de vez en cuando eran generosos con la propina.

No se molestó en cambiarse de ropa ni en abrigarse, solo llevaba puesto una remera azul con mangas largas de color blanco, un pantalón de algodón oscuro, el cinturón, su única daga y las botas de siempre. Se dejó el cabello suelto, aunque peinado como era debido. No esperaba tardar demasiado. Si lo que verdaderamente movía a Izaya era la curiosidad, esperaba que solo hiciera un par de preguntas, lo psicoanalizara con solo mirarlo y luego lo dejara marcharse. Ah, si la vida fuera así de sencilla.

Guardó los celulares uno en cada bolsillo y no se molestó en contestar el último mensaje. No tenía obligación de ir. No era un trabajo, ni mucho menos le pagarían. Bien podría irse a otro lado si planeaba irlo a buscar a su casa. Sonrió ¿Lo había amenazado? Él tampoco sabía con quien hablaba. No, Nezumi no era una amenaza. Tampoco era indispensable. Es más, en la pirámide, estaba más abajo que la base. Pero muerto no solo causaría un retardo hasta que encontraran a un reemplazo, si no que tampoco la curiosidad del lamebotas del shogun sería saciada. Además, estaba plenamente confiado en poder desaparecer cuando le diera gana.
Salió de su casa luego de lavarse un poco la cara y con su merecida tranquilidad disfrutó del aire fresco abofetear su piel desprotegida hasta llegar al parque donde se encontraba Izaya.

-¿Awakusu-sama no te enseñó a no dañar las herramientas de tus amigos?- Mantuvo las distancias, pero lo suficientemente cerca como para no tener que gritar y solo ser escuchados por ellos dos. Aunque sus palabras estaban cargadas de ironía, su tono de voz fue suave y bien disimulada con bastantes ccargas de respeto.