Esa fiesta de extranjeros [Libre]

Hacía mucho, mucho tiempo que el rubio no pisaba un centro comercial. Sólo recordaba que tenía unos 16 años y que su "Señor" de aquel entonces, Watanabe Hotaru, lo había traído para comprar un televisor para el prostíbulo que regentaba. El lugar le había parecido demasiado ruidoso y exagerado, Tsugaru no entendía porqué era necesario anunciar toda esa mercancía con tanto ruido ¿Acaso si era tan necesaria no se vendía sóla?

Y ahora, estaba en la plaza céntrica de ese lugar, mirando el espectáculo más extraño de luces y sonidos que jamás hubiera experimentado: eran tiempos de invierno, de aquella fiesta extranjera de dar regalos e iluminar las casas, de sentirse feliz y de comer cómo si fuera el fin del mundo. La fiesta en sí no le gustaba, y consideraba que era exagerada, grandilocuente y demasiado emocional, cómo todo aquello hecho por extranjeros. Pero había algo en ella que le recordaba algo que no tenía; las familias se unían y se daban cosas, los niños reían y todo el mundo era feliz.

Había algo en esa fiesta que lo entristecía profundamente, pero que también le alegraba de una forma extraña. Así que había decidido ir allá y comprar algo que le recordase esa idea de felicidad y compañía. Algo que le permitiera unirse de alguna forma a esa alegría desconocida; la idea de tener un juego de luces en su pequeño balcón le pareció buena. Ya la casera le había dicho algo sobre decorar el edificio donde vivían para hacerlo ver menos gris y más alegre.

Miró hacia todos lados, sin saber que hacer. Se acomodó los lentes azules sobre su nariz y escondió sus manos en la chaqueta con la que cubría su traje de barman. Suspiró mirando las tiendas y aceptó que estaba perdido.

Que mejor lugar para comprar cosas, navidad en Japón, extraño, según lo que ella sabia se festejaban cosas raras hay, pero tampoco era que le importara mucho, tampoco pensaba gastar mucho en un vestido que nada mas usaría una vez, porque en realidad todo lo de la fiesta y esas cosas le parecía absurdo y aburrido.

-Que tontería-dijo sacando su celular y activando el GPS, y buscar la tienda más elegante de ese lugar, comprar y irse, Japón no era un lugar muy lindo para ella, demasiada gente, niños gritándole a los padres que querían que les compraran, aunque en realidad ella siempre había querido tener una familia, aunque en realidad estaba más que sola en el mundo, no tenia hermanos, ni primos ni tíos, o bueno al menos nunca los había conocido.

Vi una niña de cabello rosa, le recordaba tanto a ella, luego vio como un par de señores la seguían, no le dieron buena pinta, así que se dedico a seguirlos en silencio, vio como entraron en un callejón, saco su pistola y la puso entre sus manos, quito el seguro, y se quedo esperando, tal vez en realidad no querían hacerle daño a la niña pero ella no se podía confiar de nadie.

Vio como se acercaban más a la niña y empezó a escuchar un gimoteo, la niña estaba asustada y empezaban a resbalarse pequeñas lagrimas por sus mejillas blancas, salió y le apunto al hombre gordo, apunto para el suelo para llamar la atención de ellos, y disparo, automáticamente por el sonido de la pistola ambos voltearon.

-Aléjense de la niña, par de cerdos-dijo en un japonés, un poco mezclado con ingles y con acento ruso, los hombres tal vez no la entendieron pero solo levantaron las manos y empezaron a alejarse de la niña, suspiro cuando ellos ya se habían ido.

Se acerco a la niña lentamente, para no asustarla más, entonces le ofreció su mano, y con la otra guardo la pistola atrás de su pantalón y la tapo con la blusa, después dejo caer su suéter, se acerco a una de las bolsas de este y saco un pañuelo se lo ofreció a la niña y esta lo tomo, algo que hizo que no pudiera evitar sonreír.

Salieron del callejón, y empezó a buscar a los padres de la niña, por las facciones de la niña, se acerco a un chico rubio que estaba parado enfrente de las tiendas, y en ingles le pregunto, esperando a que él le entendiera.

-Es usted padre de la pequeña?-la niña solo se secaba sus lagrimas, y la peli rosa esperaba la respuesta de aquel rubio.

Escuchó un disparo a lo lejos, el cual alertó a los guardias del lugar. Al parecer no había pasado nada importante, ya que los vio comunicarse sin mucho afán, ni siquiera llamaron la tención de las personas en el centro. Al no oír peleas, gritos ni sirenas, se despreocupó; estaba lejos de cualquier núcleo de problemas, así que no tenía razón alguna para comportarse cómo normalmente lo hacía.

Desde su posición vio a una muchacha de cabello rosa, mucho más baja que él, que sostenía de la mano a una niña de su mismo color de cabello que lloraba desesperada. Las dos se dirigieron hacia él, y la mayor le preguntó algo en un idioma que no supo descifrar. La muchacha estaba parada en Japón, ¿Qué tanto le costaba hablar el idioma nativo para hacerse entender?

-No le entiendo, señorita, discúlpeme- Dijo de una forma calmada, antes de hacer una reverencia corta en señal de saludo –Le agradecería mucho si me hablase en japonés, por favor- le pidió a aquella mujer desconocida. A sus ojos, podía ser la hermana mayor de aquella niña, y podía estar preguntando por direcciones en aquel lugar; igual, no lo sabría hasta que pudiera comprender lo que ella le decía.

Genial yo pésima en japonés y el señor no me entendía así que tuve que sacar mi celular de nuevo y buscar el traductor, empecé a teclear lo que quería decir y poner el altavoz para que el entendiera, el celular le pregunto de nuevo lo que yo ya le había preguntado.

-Es esta su hija?-fue lo que dijo mi celular con una voz monótona de un típico aparatito, que solo servía para hacer llamadas, y simplificarme la vida en otros países.

Luego teclier, de nuevo presentándome, dándome cuanta que estaba siendo una persona grosera, y no me había presentado, solo dejaba que el traductor hablara por mi y yo me limitaba a sonreír dulzemente.

-Soy Lukia Pretova, perdón si no hablo pero soy Rusa y no conozco bien su idioma espero que el traductor no le parezca una molestia-el celular termino de hablar y subía a la niña a uno de mis brazos y deje que se recargara.

Volví a teclear, esperando que el celular no se hubiera equivocado, y el me hubiera entendido bien, el iphone, era un aparato poderoso, y esperaba que esta vez me fuera mas que útil, estaba pagando una fortuna por el.

La niña me abrazo, al menos eso seria un avance, ya confiaba un poco en mi, y si el era su papá seria mas sencillo dejársela y seguir con mi camino, me gustaban los niños pero no podía hacerme responsable de uno ahorita.

Tenia muchas cosas que hacer, muchas cosas que comprar y muy poco tiempo, pero no podía dejar a esa pequeña sola así que alguien se quedaría sin regalo.

Tal vez el niño bonito de mi mafia se quedaría sin bufanda, o el jefe, no planeaba gastar mucho en ellos, y una bufanda era lo primero que se me ocurrida.

Ya me los imaginaba con sus bufandas de cuadritos, se verían realmente chistosos y valdría una foto, pero bueno en realidad, no era que me importará mucho, solo era un detalle por estos maravillosos momentos, a quien engañaba en realidad deseaba que al niño bonito se le atorara la bufanda y lo ahorcara.

Pero ahorita mi prioridad era la niña que cargaba en mi brazo y el Japón es rubio que no me entendía, esto era un rompecabezas que definitivamente tardaría en resolver, por suerte llegaría a la fiesta de la mansión.

Miró con curiosidad el extraño aparato que usó su interlocutora para comunicarse. Escuchó aquellas sílabas mecanizadas y comprendió lo que le preguntaban. Miró a la pequeña y negó con la cabeza –No la conozco- dijo sencillamente. Cuando la mujer se presentó, hizo lo mismo, haciendo una corta reverencia primero y hablando lentamente para que pudieran entenderlo.

-Un gusto conocerla, Pretova-san. Mi nombre es Heiwajima Tsugaru. No me molesta el mecanismo de traducción, así que no se preocupe- Habló sin recordar que a los occidentales era mejor llamarlos por el nombre, y que siempre que se presentase ante ellos debería decir primero su nombre también. Cuando lo recordó, le importaba poco, ya que estaba ocupado mirando a la pequeña niña. Le habló en japonés, preguntándole donde estaban sus padres, y que hacía allí. Al obtener las respuestas, le habló a la extranjera.

-Ésta pequeña estaba con sus padres, pero se separó de ellos al ver un juguete interesante. Sería prudente llevarla con el personal del centro. Ellos llamarán a sus padres usando el sistema de avisos del edificio para que vengan a recogerla, Petrova-san- Asintió con la cabeza, esperando que la respuesta saliera de la máquina que hablaba por la rusa.

Genial, escuchar canciones japonesas y buscar sus traducciones, entendía casi todo lo que decía, la pequeña era como yo, se había buscado lo que le paso, pero aun así era solo una pequeña, y no la dejaría hay con mas extraño.

Volví a teclear un poco mas apresuradamente al ver el reloj de mi celular marcando que ahora el jefe se había ganado un yabero pero eso era mejor que nada.

-Me acompañas?, no creo que les haga mucha gracia, y tal vez piensen que me la robe o algo-pregunte al tipo que estaba enfrente de mi, no podía ser mas grande que yo, o bueno no mucho, y tal vez de paso me comprara uno de esos discos de aprende rápido japonés.

Cargue a la niña en mi otro brazo ya me había cansado uno, y tal vez para ese lugar sea un trayecto largo, así que por lo menos debía descansar uno, me pregunte por que la niña no hablaba, me daba alguna pista o algo, pero tal vez era demasiado pequeña y aun le enseñaban a hablar.

Me quede esperando la respuesta del rubio, no sabia que existían tipos así en Japón, pero bueno que mas daba, yo solo quería que la niña llegara segura con sus padres.

Teclie de nuevo el numero de la aerolínea en la que viajaría directo a la mansión, para atrasar el vuelo o cambiar el boleto, me aleje un poco para hablar, este chico era un civil y no quería tampoco que se enterara de mis cosas, aunque como bien sabia el no me entendía.

-Disculpe señorita, quiero cambiar el boleto que tenia al nombre de Lukia Petrova, para mañana si hay algún cargo por esto cargelo a mi tarjeta-colge y me acerque al rubio de nuevo, por alguna razón este chico me recordaba mucho a la chica italiana que conocí cuando fui a una extraña conferencia en las calles de mi país.

Solo le faltaban los ojos azules de ella y ahora si creería que son hermanos, o algún tipo de familia, en fin ahorita mi prioridad era la pequeña que cargaba en mi brazo.

Volví a teclear dándome cuenta que estaba siendo muy grosera, y no le había dicho nada después de que se había presentado, busque algunas formas de referirme a el de una manera educada.

-Heiwajima-kun-dije con un acento ruso bastante notable, en realidad podría ir a cualquier lugar de estados unidos y me entenderían por el inglés o podría irme a la latino América y me entenderían con inglés pero nunca me había fijado de aprender japonés.

O bueno al menos nunca me habia parecido algo importante, o que valiera mucho, ya que ahora en estos tiempos con el ingles se podia hacer todo, sin la necesidad de masacrar mas mi cerebro, ya tenia suficiente con llevar las cuentas de la mafia Rusa.

En fin, ahora solo quedaba encontrar a los padres y seguir con mis compras, tenia pensando un hermoso vestido rojo o blanco para la fiesta en la mansión, el antifaz ya lo tenia así que era una preocupación menos.

Se quitó los lentes, poniéndolos en uno de los bolsillos de su chaqueta, dejando ver sus ojos azules para examinar mejor a la niña que descansaba en manos de la rusa. Le resultó algo incómodo que aquella mujer se pusiera a hablar por celular en un momento cómo aquel, pero no importaba; hablaba mejor japonés que la mayoría de gente de su tipo, y resultaba interesante que intentara solucionar la situación a pesar de la prisa que tenía. –Sí, sé dónde queda el centro de información de éste sector- dijo asintiendo con la cabeza.

Y luego vio de nuevo a la chica hablar por celular. ¿Acaso no veía que la mejor manera de enfrentar el problema era despegarse por un momento de aquel aparato? No se molestó, ni siquiera frunció el ceño ante esa descortesía; bien conocía él a las occidentales y su necesidad absurda de comunicar todo a alguien. Tomó la mano de la pequeña y viendo el esfuerzo que resultaba cargarla, la tomó de los hombros sin mediar palabra para alzarla él; le dijo a la niña en su idioma que ya vendría su madre, y que no se preocupara: la pequeña amenazó con llorar, pero al oír palabras conocidas, terminó por abrazarlo. El rubio sonrió, pensando en que tal vez aquella niña si parecía hija suya.

-Sígame, por favor Petrova-san- Le indicó el camino a la joven señalándole una edificación redonda que quedaba en un costado de la plaza. Caminó hacia allá con la niña en brazos, esperando que aquel asunto se solucionara de la forma más rápida posible.

Camine con el, hasta llegar a lo que parecer era una plaza, a mi celular le quedaba poca pila.

Se veía muy tierno cargando a la niña y ella al parecer lo había aceptado bien, tenia toda la imagen de ser un buen papá, me sonroje un poco pero volví a mi habitual color claro cuando vi un mensaje en mi celular, la fiesta ya había empezado y yo ni lista estaba, pero bueno tenia que ayudar a esa niña a encontrar a sus padres.

Al ver como el rubio de ojos azules la cargaba no pude evitar pensar en mi pasado cuando mi vida era sensible y mis padres esta pendientes de mi y de lo que necesitaba o sentía, al parecer, eso jamás pasaría de nuevo, estaba sola como un perro, y tal vez eso era mejor, cualquier persona que estuviera cerca de mi, tenia mas que asegurada una muerte o el corazón roto, con lo peligrosa que era yo y con lo mucho que la policía necesitaba un error, para meterme en la cárcel y hay pudrirse de por vida.

Teclie para el menos hablar con el rubio en el trayecto a nuestro destino, donde de seguro nos encontraríamos a una pareja desesperada por no encontrar a su niña, o una señora que lo mas posible es que ya le hubiera hechado la culpa al esposo, o un señor desesperado por saber el paradero de su hija, pensando lo peor, algún tipo de secuestro o que su hija se había lastimado y estaba triste llorando por hay.

Teclio sin que el lo notará, por que en su rostro se había notado que ella había sido ligeramente descortez.

-Perdón por andar con el teléfono, pero podemos comunicarnos por señas-rei un poco y espere a que el contestara, mientras vi el vestido perfecto.

Era rojo y tenia holanes, era de cóctel, la tela brillaba y lo mas probable era que se pegara a mi cuerpo como un guante.

Teclie rápido esperando a que el dijera que si, y que me acompañara a ver el vestido que había robado mi corazón, o bueno este corazón, el navideno que estaba esperando encontrar el vestido perfecto.

Le vi con ojos suplicantes, reze por que dijiera que si.

Observó a la muchacha, quién ahora parecía perdida en alguna especie de ensoñación. La niña que sostenía en sus brazos le preguntó si estaba bien, y él tan sólo le respondió que a veces, las personas grandes se ponían a pensar demasiado en lo que tenían enfrente. Siguió caminando hacia aquella caseta, hasta que escuchó el sonido de teclas siendo presionadas; volvió a mirar a la rusa y entendió su mensaje. Asintió sin decir nada; tenía que ser tolerante con alguien que, después de todo, se preocupaba por hacerse entender.

Siguió caminando hacia el lugar, donde una pareja de mediana edad estaba hablando con los guardias; la niña reconoció a sus padres y lloró de alegría al verlos. El rubio no se detuvo a pensar mucho en su acompañante y llevó a la chiquilla a aquel lugar, donde al final de reunió con sus padres en medio de abrazos y muestras de cariño. Cuando los adultos le preguntaron al japonés sobre lo sucedido, él se volteó y vio que la muchacha estaba frente a una tienda, admirando un vestido rojo bastante hermoso; se despidió rápidamente de los guardias y de los padres de la pequeña, quién se despidió con una sonrisa en el rostro.

Corrió hacia donde estaba Lukia, sintiéndose cómo un descuidado por haberla dejado sin mediar palabra. Hizo una reverencia hacia ella, y aunque su rostro seguía con aquella expresión de serenidad, sus ojos se cerraron en señal de una profunda vergüenza. –Lo lamento mucho, Petrova-san, me distraje fácilmente con la pequeña perdida – dijo lentamente -¿Qué decía? No pude entender muy bien lo que quería decirme antes de ir y dejar a la chica con sus padres-

Me perdí un momento pero pude ver como la niña se iba con sus padres, su padre la abrazo y la señora dejo de llorar, el chico rubio parecía de esos policías con los que yo acostumbraba pelearme casi a diario.

Hablo con ellos un rato hasta que se me acerco de nuevo, corriendo se veía muy bien, el cabello que le caía en la cara se movía, y revotaba una y otra vez.

Telcie rápido de nuevo.

-Escucha, pronto iré a una fiesta de antifazes, podrías acompañarme a buscar un vestido que vi?-dijo el aparato en un idioma que aun me resultaba muy extraño.

Me sonroje, siempre había sido una chica dura que no le importaba para nada lo que decía la gente, o bueno en realidad nunca le había pedido ayuda a un hombre.

Señale la tienda moviendo el brazo emocionada, el vestido era realmente perfecto, no podia negar que me hubiera enamorado de ese vestido.

Estaba en el aparador puesto en un maniqui, era rojo, y no ese rojo prostituta, si no un rojo vino, elegante, con decorados negros, era hermoso, otra vez estaba imaginandome bailando en esa fiesta con algun tipo, mientras el vestido se lucia.

Me sentia enfocada por una luz mientras bailaba, y usaba un ligero maquillaje, usaba un gloss de color rosa casi trasparente, mi antifaz era rojo y tenia piedritas negras.

Definitivamente estaba enamorada.

Pero no lo hiba a negar, yo solo me podia enamorar de un objeto por que nunca nadie se podria enamorar o fijar en mi, por desgracia, era la vida de una mafiosa.

Aquella chica tenía un brillo raro en los ojos cuando volvió; no reconocía muy bien esa expresión, aunque ciertamente no era una de ira. Se despreocupó y escuchó la voz mecánica proveniente del celular. Miró a la rusa frunciendo el ceño, totalmente extrañado -¿Ayudarla a escoger un vestido?- repitió para saber si había entendido bien –Pero si soy un completo desconocido, Petrova-san. No es adecuado que un extraño acompañe a una mujer a conseguir ropa, especialmente si es para una fiesta tan importante- El rubio no deseaba ser maleducado, pero no podía comprender qué clase de confianza quería la mujer que él se tomase. Podía ser una chica bien parecida, pero no sólo por eso ignoraría que no era de buena educación ver a una desconocida en una situación tan personal.

Aparte de eso, había otra cosa que le incomodaba un poco, y era la mención de una fiesta de antifaces. “Cómo a la que ha sido invitado Shiki-sama” pensó “Aunque es poco probable que esa sea la única fiesta de antifaces que se realice por éstas fechas, sería mejor aprender un poco más de ésta mujer...es bien sabido que los extranjeros no diferencian entre géneros al entrar en los negocios oscuros de una Organización”. Miró cuidadosamente a Petrova, no sólo esperando su respuesta, sino también grabándose sus rasgos. Si era una mafiosa, seguramente la vería después.

Teclio rápido.

-Anda, yo no soy una chica normal, podrías ser mi peor enemigo y te pediría que me acompañaras-es lo que dijo el aparato, mientras que ella lo ponía cerca de el, volvió a escribir.

-Aparte no soy una chica muy sociable, si tuviera algún amigo se lo pediría a el, pero mi estilo de vida con suerte me permite estar viva-dije sonriendo algo triste, si tuve una amiga la ame, pero ahora eso no existía, estaba sola y California desaparecida, a la chica Alemana no había vuelto a verla.

Teclie rápido, otra vez, escribiendo algo mas, para que el pudiera ver que en realidad quería que me acompañara, confiaba mas en la opinión de un hombre que de alguna chica o chico que solo quisiera que lo comprara, aparte yo era una chica muy exigente, que sabia perfectamente que todo me quedaba bien, pero aun así en realidad necesitaba a un experto.

-Por favor, sera solo un momento, aparte prefiero la opinión de un hombre extraño, necesito estar fabulosa-dije esperando una respuesta positiva, el empezó a observarme, creo que me estaba examinando, me sonroje de nuevo.

La única forma de realmente diferenciarme entre muchas chicas, seria la comisura de mis labios, era ligeramente mas largas que las de una chica normal, algo que en cierta forma favorecía mi sonrisa.

-Heiwajima-kun?-era lo unico que sabia decir, y espero al menos pronunciarlo bien.

Y ahora, había llegado un momento para el cual no estaba preparado; el sonrojo y los ruegos de una mujer. Conocía muchas tácticas para desligarse de la violencia, del odio y de la ira, pero ninguna podía usarse ante eso. Sus explicaciones sonaban convincentes, aunque se estaba casi que delatando cómo parte de algo sombrío; su forma de expresarse, aunque extraña y mecánica gracias al celular, resultaba algo tierna para alguien con una apariencia tan moderna.

Suspiró profundamente. No tenía sentido seguir resistiendo a aquella extraña oferta; fuese por cortesía, por tradición o por respeto, ella no entendería porqué el rubio no deseaba entrar en aquel proceso de elegir el vestido para una fiesta. No entendía nada de ropa femenina, y su idea de belleza era radicalmente distinta a aquella que mostraban los anuncios de los almacenes, igual, era mejor aguantar por un momento la vergüenza de ver a una mujer que no conocía frente suyo a soportar la pena de saber que había entristecido a una desconocida.

Así que, escuchó su nombre dicho con un acento extrañísimo y asintió –Está bien Petrova-san. Pero lo hago sólo por el deshonor que conlleva no oír los ruegos de ayuda de una mujer, más que por el gusto de verla escogiendo su vestimenta para una ocasión tan personal como esa- Le respondió de un modo extraño, tal vez demasiado cortés para alguien de su edad y condición, pero sus palabras fueron sinceras. Mafiosa o no, extranjera o no, aquella mujer de cabello extraño necesitaba que él le ayudase con algo.

Así ese “Algo” fuera hacer una cosa que, de sólo pensarla, le causaba una sensación incómoda en el corazón.

No lo veía muy animado, pero aun así lo jale del brazo para llegar a la tienda, abrí la puerta sujetando una con mi pie, y empujandolo para adentro, apenas entre teclie rápido y puse un poco mas fuerte el celular.

-Puede mostrarme el vestido rojo del aparador en talla cero-le señale a la señorita, ella se fue a buscarlo y yo aproveche para hablar con Hei, o como de cariño le había puesto yo.

-Hei, necesito su opinión sincera-dije cuando la chica me trajo el vestido yo jale a Heiwajima sera de los probadores.

Me quite mi ropa y empecé a sentir un poco de frío, ya que al parecer en la tienda no había calefacción.

Al ponerme el vestido me di cuenta que traía un detalles rosas y negros, el escote del vestido era pronunciado y hacia que mis pechos se juntaran y se vieran mas grandes, también traía un tipo de collar de tela con encaje blanco y una pierda colgando.

Me vi en el espejo y según mi opinión era todo un cambio, pase mi cabello para atrás, y me puse los zapatos de tacón negro que ya traía, luego compraría otros o vería si la encargada tenia por hay uno que le combinará.

Si el vestido no le gustaba a Heiwajima, había visto uno blanco, largo y bastante simple en el aparador, pero era mas importante la opinión de un hombre, y mas de un extraño que tal vez nunca volvería a ver, pero estaba mas que segura que con su físico había salido con mas mujeres hermosas, el podría darme una buena opinión.

Me acomode bien el cabello en la parte de atrás antes de salir a mostrarle, mi seudo transformación, para mi me veía hermosa, pero no sabia que pensaría el, la opinión de un hombre a la de una mujer podía variar bastante.

Salí un poco sonrojada y lo mire tímidamente a los ojos, o valla mi bipolaridad atacaba de nuevo, aunque a pesar de siempre tratar con hombres, con Heiwajima era el único que había logrado que me sonrojara, los últimos solo habían logrado que les pusiera la pistola en la frente y jalara el gatillo.

-Y que te parece?-le pregunte poniendo mis manos en mi regazo con el celular en una de ellas, esperando su respuesta.

(Off: Mi Lukia va a terminar enamorada del enemigo xD)

Y allí estaba, sin creerlo siquiera, parado cómo un tipo cualquiera al lado de un vestidor, sin comprender muy bien porqué se había dejado llevar sin oponer resistencia. Supuso acertadamente que había sido por la sobrecarga de sensaciones extrañas y de elementos desconocidos en su entorno: Tsugaru estaba acostumbrado a quedar así parado en medio de los cadáveres de sus enemigos sin sentir ni un asomo de miedo, pero el saber que estaba en una tienda de ropa femenina con una desconocida lo hacía sentir algo inusual e incómodo parecido a la vergüenza.

Aparte de eso, aquella rusa ya le había puesto un sobrenombre y todo. No resultaba ofensivo viniendo de una extranjera sin noción alguna de modales comunes, aunque si seguía siendo algo que lo incomodaba: después de todo, no había hecho nada para permitir ese tipo de confianzas. Se sentó en una de las bancas situadas en la zona de vestidores, cerrando los ojos y masajeándose las sienes por un momento; aquello terminaría rápido, supuso, sólo sería observar, dar sus opiniones e irse. Definitivamente mucho más fácil que lo que hacía normalmente; observar, asesinar e irse.

Levantó la mirada al escuchar el sonido del tecleo en el celular y miró a la rusa de pies a cabeza, sorprendido. Ciertamente, era una mujer hermosa, que se robaría las miradas de muchos hombres en la fiesta a la que iría. Aquel vestido, si bien mostraba demasiado para el gusto del rubio, resultaba perfecto según los cánones de la belleza que manejaban los extranjeros: pechos grandes, cintura estrecha, una piel limpia y un rostro delgado. –Considero que se ve muy bien en él, Petrova –san- le dijo sin perder un ápice de compostura –Sus acompañantes en aquella fiesta estarán muy felices y honrados de verla con esas vestiduras. Seguramente la recibirán con gusto en las fiestas-

Se paró de su puesto para observarla más detenidamente. Se sentía cómo si admirase alguna escultura o una pintura; tan sólo tenía que dar un juicio correcto y nada más, sin necesidad de que su sensación de incomodidad se apoderase de él. – Éste es el vestido que usted busca, sinceramente. Dudo que algún otro de ésta tienda le quede mejor, Petrova-san – Terminó por aclarar.

Spoiler:

(Off// A mi Rusa le gustan los retos, ya veremos, bueno, un reto seria tambien los Black pero esos no son de su agrado)

Le había gustado, o al menos eso había entendido, bueno en realidad el vestido si mostraba mucho, por lo que ya lo arreglaría en su casa, después de darse un largo baño, y arreglarse la piel, para que le quedara perfecta y sin ningún error en su cuerpo, después de todo, no iria a una misión a matar gente, o a negociar, iria a una fiesta.

Usaria un lindo antifaz, y talvez cortaría un poco diferente el vestido, pero todo eso seria con tal de estar fabulosa, tanto como a ella le gustaba estar, hermosa ante las miradas de todos, su celular empezó a sonar, un mensaje, genial como si no supiera que llegaría tarde.

El mensaje decía exactamente lo que yo ya sabia, que estaba llegando muy tarde, pero que mas podía hacer jamás me hiria de una tienda sin saber exactamente lo que quería sin tener todo listo, por quien me tomaba mi propio celular.

-Si no tienes planes puedes venir conmigo?-teclie en el celular al mismo tiempo que entraba en el probador para quitarme el vestido que valla que tenia que hacerle alguno cambios, seria patético de mi parte ir asi.

A pesar de verme hermosa y todo, talvez debía cortarle algunas partes, y tenia los accesorios de una lolita en casa, unos guantes color vino con una pequeña sinta que se podía armar como un moño dorado.

Sali del provador con mi ropa normal y me acomode de nuevo el cabello a los lados, lo jale del brazo de nuevo y me dirigui a la caja donde page con tarjeta, puse típica y extraña firma, que casi nadie entendía.

Teclie de nuevo rápido pasándome la bolsa hasta el final del brazo, y poniendo el celular cerca de el.

-En fin, vienes?-le pregunte sonriéndole, esperando una respuesta, ojala sea positiva para poder comprar otro boleto, y llevarlo a la fiesta, en realidad si no se separaba de mi, tendria una larga vida, ya que yo llevaria mis armas escondidas pero a fin de cuentas no iria en blanco.

Pase la bolsa que contenia mi vestido hasta mi mano, y espere la respuesta de aquel rubio.

Ésta vez no dejó que la muchacha lo llevase cómo si fuera un muñeco, y resistió más a sus movimientos, soltándose suavemente y caminando a su lado con cortesía. Ya para aquel momento, no sólo estaba incómodo sino algo molesto por la falta de modales de aquella mujer; que lo llevasen cómo si fuera una mascota era bastante enojoso. Bastaba con darle una pequeña señal y entendería lo que quería que hicieran, no era necesario tanto movimiento.

-No. Lo lamento- Contestó de forma cortante, guardando sus manos en sus bolsillos –Muchas gracias por la invitación, Petrova-san, pero tengo otros planes para ese momento. Y son asuntos privados que no pueden demorarse- No mentía, por aquellas fechas muchos asuntos importantes de la Organización a la que servía tenían que solucionarse. Además, no deseaba ir con aquella desconocida a un festejo del cual no tenía idea alguna: eso no era descortés, sino deshonroso. No tenía sentido ir a un festejo en el que no creía por los ruegos de una mujer, quién ahora no deseaba ayuda, sino complacencia.

Tenia planes, de seguro alguna novia o familia, que lo había invitado a una fiesta, bueno que mas se le podía hacer ahora era hora de despedirse, y ella ir a arreglarse.

Tenia que encontrar al niño bonito y a su jefa para darle las bufandas que compraría en el aeropuerto, nada caro, solo seria un pequeño detalle, por hacerle la vida mas ruin, a quien engañaba a ella le encantaba esa vida, así podía encontrar a California, su única amiga.

Teclio rápido y se acerco a el, tenia que despedirse, de aquel chico que le había ayudado, con la niña y a escoger un lindo vestido.

-Bueno supongo que es un adiós, no se si nos volvamos a ver, pero creo que seria bueno-sonrio y saco una tarjeta, donde traía todos mis dato, mi nombre, mi teléfono, mi e-mail, y la dirección de mi oficina.

Dado a que el rubio parecía estar enojado, metí la tarjeta con delicadeza en uno de sus bolsillo, y acerque rápido y le di un delicado beso en la mejilla, y camine hacia la puerta, la abrí y salí, y mire para la tienda, el rubio tenia razón, había sido el mejor vestido.

Sali de la zona de tiendras y fui al modulo de atencion para pedir alguien que hablara ingles y me ofresieron un traductor, me ayudo a pedir un taxi y sali del lugar.

(OFF// Espero verte en la fiesta C:)

No supo qué hacer, se desconcentró por un momento vital, y pudo sentir los labios de aquella mujer en su mejilla. Sus manos femeninas le dejaron una tarjeta en su bolsillo, muestra de algún tipo de aprecio. Todas esas cosas, esas extrañas ocurrencias, hicieron que el rubio se sonrojara ligeramente: lo odió, odió perder la compostura ante algo tan ínfimo y tan normal para los occidentales cómo un beso en la mejilla. Tomó la tarjeta para que ella no viera sus mejillas y la leyó; estaban todos los datos, aunque en ninguna parte aclaraba cual era la profesión de aquella chica. Tsugaru esperó de todo corazón que no fuera mafiosa, ya que de serlo, la vería luego, en circunstancias mucho más inocentes y sangrientas que éstas.

-Bien. Espero que le vaya muy bien, Petrova-san. Que la pase muy bien en los festejos y que su fortuna sea próspera- Le dio una corta reverencia y vio cómo se iba hacia el área de los autos. Suspiró aliviado de que todo aquello se fuese asunto del pasado, se volteó a ver hacia las tiendas, esperando encontrar un juego de luces de navidad.

Spoiler:

[Off: Es mi primer tema en todo el mundo, espero que te guste]

Empecé a buscar cosas para decorar mi casa, llevaba poco en una, y había ahorrado suficiente para comprar un pino y luces navideñas, aunque tomando en cuenta el tamaño de mi casa, no bastaría mucho, después le enviaría un correo a Shiki, para preguntarle que debía hacer sobre el e-mail que había residido sobre una fiesta extraña.

Caminaba por las calles con un sueter que cubría gran parte de mi cuerpo, unos pantalones entubados, también traía puestas unas botas de tacón de aguja, y un gorro que pesaba mas que mi cabeza, me había puesto unos guantes color piel y había dejado mi cabello suelto.

Estaba leyendo algunos portafolios que le había pedido al jefe unos días atrás para conocer las características de mis compañeros de trabajo, me llamo uno la atención, bueno en realidad no, solo se parecía a mi en que era rubio, creo que fue lo único que me llamo la atención, aunque bueno, no se podía juzgar un libro por su portada.

-Que interesante-

Seguí caminando leyendo la poca información que tenia, aunque creo que por ir tan perdida leyendo, que no me di cuenta que tenia a alguien enfrente, por lo que choque con esa persona callando al suelo, y todas las fotos y los archivos que tenia.

-Perdón, lo siento mucho enserio-dije en mi idioma natal el japonés, para levantar la cabeza y darme cuenta que justamente era el mismo rubio de quien leía, tiempo atrás.

[Espero no aburrirte]

Había estado recorriendo la zona de las tiendas por algo más de diez minutos; se detuvo en una que lucía cómo una tienda de adornos y variedades, admirando unas luces que brillaban con una luz blanca. Se alegró de encontrar lo que buscaba y se dispuso a entrar a una tienda, pero sintió que algo chocaba contra su espalda; en virtud de sus reflejos, volteó la mirada hacia aquello que había chocado contra él, escuchó unos papeles caer al piso y el sonido de una voz femenina disculpándose.

Se volteó totalmente para ver a aquella mujer rubia vestida con un suéter; le resultaba extrañamente conocida, y por eso desconfió. Bajó la mirada para ayudarle recogiendo los papeles que había soltado tras su choque, y se sorprendió al ver su nombre y el de sus colegas de la Organización en ellos. Tomó una carpeta de color marrón donde estaba una de sus fotos, junto con todos sus datos personales; miró a la mujer con dureza a los ojos, sosteniendo frente a ella su foto.

-Espero que tenga una buena razón para poseer éste timo de información- le dijo seriamente –No es normal que una mujer a la cual no conozca ya sepa mi nombre, mi apellido y cómo luzco. Así que explique por qué tiene esto- Esperó la respuesta de aquella rubia.

Spoiler:

Excelente ya tenia problemas con un compañero, justo lo que no quería y aparte me veía mal, cosa que en realidad no me importaba, pero bueno yo esperaba que las cosas fueran de otra manera.

-Trabajo para Shiki-

Fue lo único que dije, antes de ponerme a recoger mis papeles y a regresarle la dura mirada.

-Erika Van Watabe, trabajo secretamente con Shiki desde los 15 años, pero hasta ahora decidí trabajar en grupo-

Y era verdad, pronto cumpliria los veinte anos, y queria servirle mas a Shiki despues de todo, despues de sacarme de hay, yo le pertenecia a pesar de no estar en servicio.

-Yo solo revisó a mis nuevos compañeros-

Me disculpe de un modo tradicional, y aligere mi mirada, para miradas frías y crueles solo las usaba cuando iría a matar a alguien que Shiki ordenaba.

-Heiwajima-san-

Dije acomodando mis papeles y leyendo mas sobre el.

-Los papeles dicen mucho, pero seria mejor que me hablara de usted-

Cerro su folder y se le quedo viendo de nuevo al rubio, no sabia si habría una pelea hay, pero en realidad solo había ido de compras.

Miró a la muchacha, igual de serio pero ya sin tanta desconfianza en sus pensamientos –Dices el nombre del Shogun con facilidad, y hablas con suficiente firmeza cómo para considerar que eres valiente, o terriblemente osada, Watabe-san- dijo asintiendo y cerrando aquella carpeta -Es sabio observar quiénes son sus compañeros, especialmente si hasta ahora tan sólo ha realizado labores en solitario…- la miró de pies a cabeza; no lucía nada sospechosa, y por eso, sólo por eso, consideró que decía la verdad. Sólo alguien dedicado al trabajo sombrío podía pasar desapercibido de forma tan natural, y seguir teniendo el valor de mirar dentro de sus ojos azules sin siquiera pestañear.

-Bien, acepto su disculpa, señorita. Y con respecto a su curiosidad, preferiría responder a ella en un lugar mucho más calmado que ésta plaza- Miró a su alrededor y localizó una banca en uno de los lados del área, por donde el tráfico de personas era relativamente bajo. Señaló el lugar y le habló de nuevo a la rubia –Allí, y no seré muy claro al principio, lo lamento mucho. Además, considero que es mejor que usted me pregunte qué es lo que desea de mí-

Le hizo una corta reverencia antes de caminar hacia aquel lugar sin mucha prisa. No estaba nervioso, ni siquiera se sentía presionado; tan sólo estaba sumamente alerta de los gestos y las palabras de aquella mujer que suponía, era colega suya.

Aun me veía con desconfianza, y no podía decir que no lo entendiera, después de todo yo siempre había sido solitaria, sin hablar con nadie solo con Shiki, pero aun así, estaba empezando a trabajar en equipo y debía empezar a llevarme bien con todos.

-Bueno quisiera saber que le gusta-

Lo seguía hacia la banca, sabia que seria complicado ya que nunca había hablado de alguien de su vida privada, y mucho menos me atrevía a hablar con alguien de la mía, pero debía conocer al menos un poco a mis compañeros.

A fin de cuentas, algún día mataria a alguien que intentara danarlo, a el o a los otros de la mafia Japonesa, nunca por cuenta propia ya que yo nunca tendría un corazón para hacer eso, necesitaba que me lo ordenaran ya que jamás me había preocupado, por alguien que no fuera yo.

O al menos al estar con Shiki, tenia una puertita de mi corazón abierta, aunque sabia que no se haría mas grande, no podia permitirme ser una mujer debil.

Se sentó en aquella banca, esperando a que la chica hiciera lo mismo. Cuando lo hizo, la miró algo pensativo; aquella pregunta era sumamente simple, pero no estaba acostumbrado a responderla, así que se tomó un momento y miró a su alrededor. –Nada especial, realmente- dijo sin mucho ánimo –el sushi, la música tradicional, el kenjutsu, la leche…- pensó cómo podía resumir todo lo que le gustaba –realmente, cualquier cosa que se pueda encontrar en una tienda de antigüedades, tiendo a ser bastante anacrónico. Si por mi fuera, tendría puesto el hakama de lana y no ésta ropa occidental tan apretada- dijo mirando con algo de disgusto la chaqueta negra que traía puesta –Pero llevar ropa de esa clase llama demasiado la atención, por lo que resulta contraproducente- suspiró – Ya ser rubio y tener éste color de ojos me trae suficientes miradas y problemas-

Miró a la rubia, esperando sus comentarios. Suponía que con aquello era suficiente para que ella se sintiera más cómoda. -¿Algo más?-