Primer dia (Priv. Relier)

El joven de gafas, pocos días después de haber recibido aquella noticia de líder y sólo un día después de haber tenido aquel encuentro con la representante máxima de la mafia alemana, se dirigía ahora hacia su propia base. Había renunciado a la escolta, pues se veía capaz de manejarse si lo atacaban, al menos eso pensaba portando las armas que llevaba en su cintura.

- Depende de cómo se mire. - Pronunció al tiempo que entraba en aquella sala, había escuchado a la joven desde fuera, así que no pudo evitar el contestar. Caminó con tranquilidad tras cerrar la puerta, y se dirigió hacia la silla de enfrente de Cali, sentándose y acomodándose bien antes de decir nada más.

- Veamos... Ah, sí, lo primero. Mi nombre es Relier, un placer. - Y se quedó mirándola después de hablar, ¿qué se le daría bien a la chica? Era algo que tenía que averiguar, para poder darle un lugar dentro de la organización.

Hazelrink... Ese apellido le sonaba muchísimo, ¿no se apellidaba así la alemana aquella? Tener a una mujer de esa familia en su mafia... Sería buena idea así, además, parecía diferente a Luna en cierto sentido. - Así que una negociadora... - Murmuró, recorriéndola de arriba a abajo con la mirada. Luego, cerró los ojos, como toda mafia, había un fuerte vínculo que hacía que hicieran lo necesario por su líder y viceversa, aunque en el caso de Relier este vínculo se traducía a mera conveniencia.

- Dime, California, ¿qué llegarías a hacer por tu máximo jefe? - Preguntó con calma, posando una de sus manos sobre la mesa y dando golpecitos con los dedos sobre ésta, a ver qué respondía, cómo lo hacía, y cuánto tardaba en responder, eso le daría bastantes datos al psicópata.

¿Uhm? ¿Una chica virgen? Era curioso a la vez que incitante e interesante. Asintió con la cabeza al tema del nombre, la llamaría Cali pues, si aquello le resultaba más cómodo para ella. Ahora... Bueno, las palabras eran bonita, no tanto como los senos que podía ver, y además de que él apreciaba más la acciones que las palabras.

- Está bien que me digas todo eso, Cali, pero entenderás que desde mi posición, no puedo fiarme de la palabra de nadie, necesito acciones, no palabras. - Apoyó sus brazos sobre la mesa, hablar de vida y alma era fácil, era algo "no físico" y que se podía dar con demasiada facilidad, en cuanto a lo otro no mencionaría nada aún.

- ¿Qué puedes hacer para demostrarme que realmente lo que dices es cierto? Y no quiero que lo digas, quiero que lo hagas. - ¿Qué opción escogería ella? Habían muchas cosas que podrían servir para contentar a Relier, pero no diría ninguna sino que dejaría que fuera ella quien tomara esa decisión.

- Mah, no seas idiota, ¿de qué me servirá que te pegues un tiro? - Se levantó de donde estaba sentado y caminó hacia ella, quedándose bastante cerca del cuerpo ajeno. Se limitó a arrebatarle el arma, apuntar a una dirección segura, para dar a una pared, y descargó el cargador ahí.

- Anda que... Me sirves más viva que muerta, sobretodo porquea saber lo que me hace cierta persona con tu mismo apellido si se entera. - Pronunció el varón, dando a entender ciertas cosas, entre ellas que ya conocía a alguna que otra persona con ese mismo apellido, Hazelrink.

- Con eso me vale, no te preocupes, ahora sólo dime cómo trabajas, necesito hacerme una idea. - Se mantuvo cerca de su empleada, más por pereza que por cualquier otra cosa, siempre podía haber vuelto a la silla, ¿no?

- Conocí bastante bien a Luna. - Bastante bien la conoció sí, aunque era una pena que a la alemana no le importaran, en ese caso el valor de Cali se reducía un poco para Relier. No obstante, esperaría a ver más de ella antes de decir nada sobre si aceptaba la presencia ajena o no. Se fijó en la forma con la que lamía la pluma pero no dijo nada sobre ello, sino que, por el momento, preferiría comentar lo que había dicho aquella mujer.

- Sí que es cierto que con el dinero puedes manejarlos bien, pero también necesitas don de palabra, quiero decir, ser todo lo convincente que puedas, ¿sabes ser así? - Preguntó el varón con curiosidad, ya que consideraba que eso era algo fundamental en alguien que negociaba, el saber ser convincente pues, si se era más convincente que el interlocutor, se tenía el completo control sobre la situación no-violenta. Si por el contrario se era menos convincente que el otro, uno podía ser controlado con gran facilidad y, por tanto, perdía el control de todo, tan simple como eso.