Gran junta. [ Colectivo. ]

El comunicado fue enviado a todos los individuos suficientes para ese día, en el cual finalmente pisaría la base principal después de un buen tiempo. Era conocido cómo el jefe de la organización se vivía la vida en las carreteras, asaltando cargamentos en pleno movimiento y arriesgando a su equipo entero por jugosas mercancías, que hasta ahora habían valido la pena en demasía. Ahora, era tiempo de ir por un pez más grande.

No obstante, aquella junta por el mero hecho de serlo ya estaba causando bastante movimiento entre los mafiosos, que en su mayoría realmente no conocían la cara del auténtico líder, siempre se enlazaban a él con meros informantes. Podría decirse que ese instante sería un hecho histórico, y que finalmente se conocería al creador de tantos tratos y negocios que tenían a la mafia en el nivel que ahora poseía.

La hora llegada se dio, sin embargo no parecía haber nadie llamando la atención o tomando palabra en ese momento. Las personas se habían reunido en una gigantesca bodega con espacio de sobra, el cual pronto fue ocupado. Un gigantesco camión cargado de seis autos de lujo entró por un gran portón, estacionándose ante todas las personas, mostrando aquellos autos nuevos de gran valor. De la puerta bajó un conductor de raza negra, y de la otra, un japonés de cabello negro con un fino traje blanco. Por su manera de andar y su expresión confiada, delataba ser el líder. No habló, simplemente se acercó a su segundo al mando, murmurándole al oído que comenzara la reunión.

Se había encargado de repartir la citación a cada parte activa de la Yakuza. Estaba interesado en uno en particular, un informante con el que no había cruzado palabras hasta el momento y compartiendo, a cierto grado, cargo, estaba interesado. Llegó temprano, incluso antes que cualquiera allí pero solo esperó, les vio llegar uno a uno. Se centró en su celular hasta que el camión con el cargamento robado un par de días atrás ingresó indicándole al pelinegro que debía poner manos a la obra.

Se quedó parado con sus manos en los bolsillos esperando que el camión maniobrase por el amplio recinto con un enviciante olor a gasolina y aire fresco de invierno. Al acercarse el mayor el menor le hizo una reverencia corta a modo de saludo e inclinó la cabeza para recibir las ordenes. Estas dadas se dirigió a los presentes con una sonrisa altanera como la que acostumbraba mostrar siempre en su rostro.

- Bien, como portavoz de Shiki-sama paso a darles las gracias por haber venido y agradecería que se pusieran cómodos para la reunión. Como verán a mi espalda este es el botín más reciente adquirido por nuestra organización. Parte del motivo de esta reunión es, valga la redundancia, reunirnos todos ya que la situación ameríta tomar medidas de peso por nuestra parte. - aclaró su garganta y miró a Shiki detrás de sí antes de volver y continuar. - Básicamente, recompensarlos a cada uno por su arduo trabajo con parte del último botín adquirido y con un paseo por la tierra del medio oriente. Sin más que agregar por mi parte les dejo con quien ya muchos conocerán, Shiki Awakusu, líder de la organización. - se apartó para dejarle espacio a que el mayor se adelantase.

El asesino de la organización había llegado temprano a aquella reunión. Sabiendo que allí se discutirían los asuntos más importantes de la Organización a la que fervientemente servía. Decidió pararse cerca de la mitad de aquel gigantesco edificio, desde allí podía ver a todos los hombres que servían a los deseos del Shogun: informantes, algunos señores menores, guardaespaldas y hombres que parecían comunes. Tsugaru decidió no entablar conversación con ellos, ya llamaba demasiado la atención con su traje de barman y el haori de lana que lo cubría.

Conforme el tiempo pasaba y los presentes entablaban conversación entre sí, empezó a fijarse en ellos, distinguiendo así los rostros del aprendiz del Shogun y de su guardaespaldas, hombres a quienes conocía personalmente y en quienes confiaba. Al verlos enfrascados en sus propios asuntos, sacó el kiseru, el rapé y se puso a fumar para matar el tiempo. Al llegar la hora señalada, notó algo sorprendido la entrada de un gigantesco camión que contenía autos de lujo; conocía bien la afición del Shogun por éstos vehículos, así que no se sorprendió al verlo salir del camión junto con su conductor de confianza.

Le pareció extraño que fuese el aprendiz, y no el Shogun el que tomara la palabra para explicar los motivos de aquella reunión. Escuchó con suma atención, sonriendo ligeramente ante la idea de un viaje a Medio Oriente cómo un regalo: sería más bien un viaje de negocios, pensó, ya que existían muchos rumores sobre un supuesto acuerdo con la Organización proveniente de aquellas tierras.

Apagó el rapé ardiendo en su pipa alargada y la guardó para no distraerse más fumando. Si lo que había dicho Awakusu Izaya era importante, las palabras de su jefe lo eran aún más, por lo que se enfocó totalmente en las palabras y gestos del hombre al que consideraba su Señor.

El semblante del guardaespaldas era serio, sus cejas estaban tensas y su mirada era claramente la de un hombre consternado y hundido en profundos pensamientos. Se mantenía parado junto al pupilo del Shogun cuidándole aunque fuese solo con su presencia, igual sabía que allí nadie era tan idiota como para atacarle estando él presente, su compañero y amigo Heiwajima y que pronto llegaría el mismo líder al lugar. Las cejas del hombre se fruncieron un poco más así como sus labios se tensaron, sus pensamientos comenzaban a molestarle, estaba tan concentrado que nadie duraría que solo podía estar pensando en temas de suma importancia.

¿Por qué tan tempranoooo? Podría haber estado haciendo las compras navideñas... aunque es una costumbre algo yanki... pero no es malo mientras se regalen cosas y la gente sea feliz... quizás hasta podría haber dedicado este par de horas a descansar o escribir, o... Maldición, solo me quedan dos cigarros y aún no inicia la reunión. No quedará bien que le pida a Shiki-sama un cigarro delante de todos... Izi-tan nunca carga con cigarros... Tsugaru-kun solo fuma pipa... esto debe ser karma por haberme robado ese chile de la tienda... aunque no lo hice por maldad, fue la cajera que no me lo cobró, claro que tampoco me volví para que me lo cobrase... el karma es cruel, por 15 yenes no tendré cigarros. Tendré que fumarlos lento... pero quien sabe cuanto se extienda la reunión... si fumo uno ahora me quedará uno solo... podría fumar la mitad de uno, apagarlo, después terminar de fumarlo y cerca del final fumo otro. No, encender un cigarro que ha sido apagado solo deja sabor amargo al tabaco.... Que maldición la mía... quizás no fue por el chicle si no por que le dije a Izi-tan que yo me encargaría de conseguirle aquella cigarrera de titanio negro que haría juego con su auto a Shiki-sama como regalo de navidad y no he ido a buscarla por más que ha estado lista por más de tres días... ¡Ah KARMAAA! ¡¿Porqué eres tan cruel conmigo?!

Si... pensamientos muy profundos y dignos del guardaespaldas de los cabecillas de la Yakuza, sin duda no podía esperarse más de alguien con esa responsabilidad. La expresión del guardaespaldas era severa, sobretodo cuando a mitad de sus pensamientos había sacado la cajetilla de cigarros y sacando uno se lo quedó mirando por varios y largos minutos hasta que finalmente lo encendió dándole una calada demasiado profunda guardando con recelo y pesar la cajetilla nuevamente en el bolsillo interno de su traje.

Vestía un traje formal color café oscuro con una camisa negra, esta prenda no tenía abotonados los primeros dos botones dejando ver el inicio de sus pectorales marcados y lo que parecía ser la cola de un dragón asomando desde su hombro. No llevaba joyas ni accesorios más allá de su anillo de casamiento, sus lentes de tinte oliva y su bastón que ahora descansaba contra la pared. Sus mocasines marrones de marca italiana era el único capricho extranjero que se daba a parte de los cigarros de marca Alemana.

La llegada del camión le sacó de aquellos pensamientos como un tropezón y un zape contra el piso. Siendo la sombra de Izaya se acercó a su líder y señor dando una sonrisa y una reverencia tradicional como saludo. Automáticamente pasó a quedar a la derecha de Shiki un par de pasos por detrás cuidando así los movimientos de ambos superiores y poder tener una vista amplia de los presentes. No le gustaba tener puntos ciegos, pero confiaba de que Tsugaru, del otro lado del lugar, viese a sus espaldas cualquier amenaza. Asesino o no, también jugaba un papel importante en la protección de los señores... era con el único que podía compartir ideales allí dentro. Por más que muchos decían poseerlos, pocos mostraban realmente seguirlos. La clandestinidad corrompía el alma y el cuerpo, también corrompía el honor y el orgullo.

Mientras Izaya hablaba desvió su atención a los autos, anhelaba poseer uno de ellos, preferentemente uno negro... volvió su vista al frente cuando mencionó el paseo al medio oriente... había oído hablar de eso a Izaya. ¿Paseo de recompensa? Cada día disfrazaban más el trabajo en forma de placer al parecer.

Arrugó el papel que sostenía con su mano. Por alguna razón desde que el segundo al mando se la había entregado, algo no le estaba gustando a Eve. Técnicamente sabía que no iba a morir: para eso simplemente acercarse a él y dispararle. También estaba confiado de que nada malo había hecho, últimamente no habían utilizado sus "servicios" y su trabajo en el teatro no era por lejos una amenaza contra nada más que a su propio orgullo. Contuvo una sonrisa. Amaba ese cuarto de mala muerte.

Escondió las manos en los bolsillos de chamarra. Era vieja, algo descolorida pero fielmente resistente como el primer día. Una de las botamangas de su pantalón caqui estaba roída al igual que la punta de la bufanda que rodeaba su cuello como una serpiente. A pesar de todo, estaba completamente limpio. Era algo contradictorio, Nezumi tomaba muy en serio su higiene, así como tomaba en serio dejar en claro que era una rata y nada más que eso. Era lo mejor si se planeaba ser discreto en el mundo por el que él se inmiscuía.

Estaba casi al fondo de la bodega. Observando la cara de los que concurrieron a la reunión. Siempre era bueno estar atento, uno nunca sabía cuando las cosas que se veían o se escuchaban podían servir o valer una fortuna.

Cuando el camión arremetió dentro de lugar, se sorprendió al ver bajar de allí a quien pudo deducir era el lider: la descripción física que le habían coincidía solo un poco - era de esperarse puesto no muchos lo conocían- pero al ver como otras dos personas intimidantes y llenas de seguridad se acercaron a él, sus dudas estaban resueltas. O casi, ¿Para que demonios irían a Medio Oriente? o, más elemental ¿Qué carajos pintaba él en todo aquello? Genial, alguien moriría con estilo. Su coche fúnebre sería un lindo auto de lujo.

El hombre era un individuo alto, y a diferencia de los líderes de la mafia, era un hombre mayor, en donde su cuerpo demostraba cierta experiencia en la vida. Quizás, era como el típico mafioso pintado en todas las películas, aunque había detalles de él que no todos creerían como factibles. Desde lejos podría parecer como un mero muchacho más, sin embargo en la cercanía podían verse algunos rasgos de la edad en su rostro, que era su único delator. Por demás, su cuerpo todavía conservaba la fuerza de sus músculos firmes y tensos, también su piel estaba idónea. En si, era la envidia de cualquier individuo que se miraba a futuro, tener la conservación que él tenía.

Dejó que su pupilo hiciera la introducción, mientras se tomaba unos segundos para ver cada rostro de los individuos, los cuales le miraban fijamente. No eran lentos de mente como para no darse cuenta de que a pesar de que en ese instante no estaba hablando, era el dueño de todos los hilos que se movían entre esos círculos. También su postura poseía seguridad, aunque también daba algunos toques relajados, como si no le tensara la situación. Cuando el otro terminó de hablar, continuó.

- "El Rubí de la Victoria." - Citó, provocando que todas las personas le mirasen serios. Muchos conocían sobre la historia de ese rubí. Decían que costaba más que el diamante Hope, que era un pedazo grande que en tiempos antiguos se utilizaba como arma en contra de los seres mitológicos, o al menos esa era su fama. Se consideraba perdido, casi extinto. - Ese y algunas otras bellezas más partirán la próxima semana de Arabia. Será una caravana espléndida hacia el palacio del Sultán, así que debemos interceptarlos en la ciudad anterior que tomarán para la llegada. Para eso, necesitamos un equipo completo. - Señaló el camión con la vista. - Y veloz. No para alcanzarles, si no para escapar cuando tengamos lo que deseamos. No quiero bajas, ni que esos apestosos árabes nos causen problemas.

Habiendo mirado a los presentes mientras hablaba solo se apartó para dejar camino a Shiki y que su voz más madura que la propia hablase con una calma que dejaba al pelinegro menor como una simple entrada en aquella reunión siendo las palabras del líder el plato fuerte. Al fin y al cabo había sido eso, solo llamar la atención del grupo y una entrada para el mayor.

Observó al guardaespaldas a su lado, al apartarse había quedado lado a lado del pelirrojo. Ya sabía los planes del líder así que no prestó atención, solo se dedicó a molestar al otro mirándole y sonriendo le para llamar su atención. Enseguida señaló con su mirada al camión con autos y un gesto con su mano que acompañó el girar de sus ojos señalando que valían mucho. Enseguida miró a Shiki a sus espaldas y volvió a mirar el cargamento y modulando con su boca hacia el guardaespaldas mostrando cuatro dedos de su mano "Cuatro veces esta semana" cerró sus ojos e hizo que sus manos chocasen sin hacer ruido aludiendo a los choques de su jefe esa semana.

Entonces aquel “premio” era, en realidad, una oportunidad para demostrar la lealtad a la Organización y sus capacidades para servirle. Entendía perfectamente que el Shogun sólo llevaría a los más capacitados para triunfar, y tal vez a los menos leales para confirmar sus sospechas. También comprendía que necesitarían gente de toda calaña, tipo y condición; un montón de japoneses en Arabia llamaría demasiado la atención de los nativos, por lo que necesitarían personas que no lucieran tan extraños.

Suspiró. No sabía mucho sobre aquellas misiones fuera de su país, de hecho, estaría sorprendido de que su nombre fuera siquiera mencionado en aquella reunión: no sabía otro idioma sino el propio, no conocía casi nada de aquel país, salvo que era puro desierto y dinero de petróleo, y aparte, dudaba mucho de que aquellos extranjeros recibieran con los brazos abiertos a alguien cuyo mayor talento era asesinar a sus enemigos.

“Ya. Suficiente” se ordenó. “Debo obedecer. De nada sirve intentar adivinar los deseos del Shogun. Si él desea llevarme, iré y cumpliré mi deber, si no. Me quedaré y cumpliré su voluntad en Japón”

Miró de soslayo al pupilo y al guardaespaldas, quienes parecían estar hablando entre ellos por medio de señas; estaban desconcentrados. Algo bastante desagradable, ya que algunos hombres de la audiencia habían empezado a demostrar su desagrado por la misión; algunos susurrando con miedo, otros discutiendo entre sí, hablando sobre una muerte segura en una tierra lejana. La mayoría tenía miedo en los ojos y odio en sus gestos, pero no osaban levantar su voz para contradecir al Shogun. Apretó los dientes y se concentró más en las voces de los superiores, para no empezar a interrumpirlos con algún pedido de silencio.

El Oyabun había comenzado a hablar tomando la palabra inmediatamente después del pequeño Izaya-tan, sonrió ligeramente al verle, en los dos años que lo conocía había cambiado considerablemente, había madurado y se había vuelto más peligroso, también había adquirido aquel tono rojizo en su mirada cuando sonreía... Oh sí, no podía pasar por alto que ahora fumaba, se había vuelto más dependiente de su celular y más dependiente de la sombra del ala de Shiki-sama. Shiki también había cambiado desde la llegada del menor, no podía decir con certeza cuando dejó de ser un simple conductor privado a casi que su propio hijo y heredero. Incluso sospechaba que el menor le había logrado ablandar el corazón.

Como siempre su mente se había distraído en esta clase de reuniones algo aburridas, pero la periferia de su mirada así como ese sexto sentido que tienen todos los humanos de sentir a alguien observando la nuca, le hizo mirar a un costado encontrando en el camino de sus ojos la mirada del aludido en su mente. Discretamente levantó una ceja dejando caer un poco su cabeza a un lado para intentar comprender la mímica del otro. ¿Los autos? Sí... caros... no precisaba que se lo dijese, era más que obvio que ni un año de su trabajo llegaría a cubrir el costo de uno de esos vehículos de renombrada marca. Asintió con su cabeza y sus labios se curvaron en una sonrisa algo somnolienta.

¿Shiki? ¿Auto? ¿Cuatro? ¡CUATRO VECES EN UNA SEMANA! No pudo ocultar su sorpresa y negó con su cabeza mirando con reproche al menor. Le señaló con el bastón pinchandole en las costillas y habló sin voz - Es tu trabajo que NO conduzca. - parecía indignado y molesto con él, pero miró la espalda de su jefe suspirando mudamente. Realmente aquello ya era un vicio... y sabía que aquel hombre no se daba cuenta de lo pésimo que era tras un volante.

Los susurros no se habían hecho esperar. Eran discretos, pero estaban ahí, llenando y arrasando con las mentes frágiles que de por si ya estaban temblando. Las miradas de complicidad, las caras de hastío y los cuerpos temblorosos abundaban. Todos en el fondo eran tan cobardes como él mismo.
Seguramente no era el único que se preguntara porque se encontraba ahí. Nunca había matado, solo sabía japonés, como arma solo manejaba una navaja y apenas si sabía manejar un automóvil. No creía que este gran evento fuera el adecuado para terminar de aprender.

Su mano izquierda tembló. Quería levantarla y ser el primero en preguntar si se podía largar de ahí y seguir con lo que estaba haciendo, pero sabía que ese sería un gran error. Trabajara para ellos o no, a este punto sabía demasiado. Y no era un secreto que para Eve todo tenía un precio y cuan poco le importaba el resto.
Enderezó la espalda y trató como pudo de poner su mejor cara de poker, guardando todo lo que pensaba en lo más recóndito de su mente para más tarde. Ser un insolente como las demás ratas del lugar sería otro error que no quería cometer.
Tenía que verle el lado positivo. Si las cosas salían bien y Nezumi formaba parte de todo el ajetreado movimiento -mientras saliera con vida- podía recibir una buena suma de dinero. Eso compensaría los muy probables daños colaterales que recibiría.

Una muy pequeñìsima venita se mostró en su frente cuando los hombres a su costado empezaron a hablar de sus peculiares choques, y para buscar hacerlos omitir aquellas palabras aclaró su garganta despacio, mirándolos de soslayo. Después de unos segundos, continuó con sus palabras mientras le hizo un ademán a uno de sus seguidores, indicándole que empezara a entregar un conjunto de hojas a personas determinadas. Se habían seleccionado diez individuos para la misión explícita, mientras que el resto se encargaría de encontrar coartadas administrativas para exportar el botín y asegurar la identidad de los individuos que tuviesen contacto directo con la misión.

El asistente entregó las hojas a cinco individuos comunes, luego le entregó un juego a Izaya, Kazamoto, Tsugaru, Nezumi y después, a si mismo. Izaya y Nezumi se encargarían de evaluar y crear estrategias en base a la información que se presentara, Tsugaru y Kazamoto serían la fuerza bruta que les protegerían, y el líder se encargaría de ser el cerebro de la operación, como era acostumbrado. Los cinco individuos extra eran seres con facilidad en aquellos idiomas, y prepararían los lugares de hospedaje, la importación de los autos y demás.

Empezaron a entregarse hojas al resto de la mafia, asignando funciones para crear documentos falsos y facturas falsas para que los autos fuesen legalmente enviados, después habló. - Todo está dicho ahora. Pueden retirarse, excepto el equipo directo. - Le dirigió una mirada a los seleccionados, llevándolos a una habitación trasera, oculta. Encendió la luz de la misma, mostrando sobre mesas separadas un kit militar entero con uniforme, armas, una mochila integra de todos los materiales suficientes y papeles. - Un avión americano llegará a Arabia pasado mañana, así que nos infiltraremos con ellos para evitar sospechas. Cada uno llévese un paquete de estos, y nos reuniremos mañana a la madrugada para marcharnos a America, de donde saldrá el vuelo. Si no hay más preguntas, pueden retirarse.