Discusión sobre la fiesta Navideña [Privado Tsugaru y Kazamoto]

Había llegado a ese pequeño café pasadas las 3 de la tarde, esa mañana había leído la invitación de una ex-miembro de la organización a una fiesta a realizar en la mansión. De disfraces, a parejas y era obligación de los líderes de ir. No quedaba mucho que decir más que el pelinegro menor estaba desconfiado y no le sonaba para nada bien aquello.

Ordenó un té verde y unos mochis de frambuesa que no comió y quedaron allí, cuatro solitarios en el pequeño platito delante del pelinegro. Este parecía más interesado en su celular y en la charla que este daba en aquel chat, vicio del menor. Solo esperaría la llegada de sus compañeros de trabajo, tenía bastante que discutir con ellos, sobretodo para pedir, disimuladamente, consejo de la experiencia de ambos en el medio.

Le había avisado con tiempo, ese mediodía, esperaba que pudiesen deshacerse de sus compromisos o correros para la reunión, al menos ambos habían confirmado asistencia... Más que obvio, si el protegido del Shogun solicitaba una reunión solo palabras del mismo Shiki podía impedir que esa solicitud no se realizara a complacencia del menor.

Aquel día había nevado en la mañana, de tal forma que cuando Tsugaru salió de su casa a las ocho, las calles estaban cubiertas de una hermosa capa nívea y helada. El rubio se alegró mucho al ver ese paisaje, tan común en su tierra natal, que disimulaba la dureza de aquella jungla de acero y asfalto. En fundado en un hakama negro de lana, con un kimono blanco del mismo material debajo, que lo protegía del frío. Aquella mañana fue a hacer las compras de víveres para una semana, así como a saludar al kannushi del templo local, quién confiaba en Tsugaru para repeler a los pandilleros que se reunían a la entrada del recinto sagrado.

Tras llegar a su casa, leyó el mensaje de su superior. La declaración de cariño era sólo una introducción a un mensaje corto y muy concreto para una reunión privada. Sonrió ligeramente, ya que sabía que aquellas muestras de dureza del joven pupilo de su Señor eran una forma de ocultar sus verdaderas opiniones. Luego de un almuerzo sencillo, se puso un haori negro, una bufanda del mismo color y salió de la casa, sabiendo que el camino a pie era algo largo. En el camino notó los comentarios de los transeúntes, incluyendo los comentarios de una chiquilla que preguntaba por qué ese tipo rubio se vestía cómo su abuelito.

Llegó al café, donde vio a Awakusu Izaya-san sentado delante de una mesa, revisando su celular. Se acercó a él Y lo saludó con una reverencia, sin sentarse en la mesa. –Buenas tardes, Izaya-san. Espero que se encuentre muy bien-

No se dejaría engañar por el título de aquel mensaje, a más amigables y cariñosos peor era su contenido... ¿Qué se podría esperar de algo titulado de esa manera? Abrió el mensaje con miedo, sus dedos temblaron y ya consideraba aquello su carta de despido y todo el mundo sabía como se salía de aquel negocio... Su mente buscaba excusas con Shiki-sama y disculpas de las bromas más recientes ¿cuál sería la que fue su sentencia de muerte?

Una solitaria gota huyó de su cuerpo en un huir zigzageante por el costado de su rostro mientras sus dedos terminaban de abrir aquel mensaje. Su mirada lo recorrió un par de veces y por último lo arrugó y utilizó para encender su cigarro de una forma complicada pero efectiva para deshacerse de la evidencia. Una simple reunión privada y al parecer por trabajo. Bien, seguía impune, pues claro... obviamente... el Shogun confiaba en él y era su guardaespaldas más diestro y cercano, no podría deshacerse de él por meras bromas... aunque era mejor no arriesgarse tanto en un futuro, tendría que tener eso presente.

Saldados, asesinados, mutilados, decapitados, empalados y expuestos de manera barbárica y poco delicada, sus nervios eran cosa del pasado y su andar se volvió confiado nuevamente mientras avanzaba por la calle para llegar a la hora pactada. Su bastón descansaba en su hombro y su figura era algo encorvada, el cigarro en sus labios temblaba por el viento frío que intentaba desterrarlo de su lugar pero solo se llevaba los vestigios de muerte del mismo en forma de cenizas. Si bien su andar era seguro no quitaba aquella aura de dolor de un hombre que vivió demasiado para una edad corta estando aún en el ocaso de lo que deberían ser sus mejores años de adulto joven. Pero eso no le desanimaba, a pesar de todo en sus labios llevaba una sonrisa amable y sincera como saludo a cada persona que le mirase. No daba mala imagen con su cabello peinado hacia atrás, aunque el viendo gélido no respetase aquello y lo revolviera a su antojo por momentos dejando un flequillo sobre su frente apenas surcadas por un par de líneas de expresión, meras sombras de las cinceladas que dejaría el tiempo en su rostro.

Como siempre que trabajaba, su vestimenta era formal, un traje color marrón oscuro, casi negro de fino corte pero no ostentoso ni extranjero, una camisa negra, que en esta ocasión si llevaba abotonada hasta el último botón y asegurada con una corbata de igual color que pasaba sutilmente desapercibida, un sobretodo color caqui de lana que le ayudaba a sobrellevar esos fríos meses y una larga bufanda que daba tres vueltas a su cuello como si una o dos no fuesen suficiente para asegurarla en su lugar y formar una barrera contra el clima, aunque la realidad era otra, quien había tejido esa bufanda era la razón por la que la ajustase tanto contra su persona y fuese tan especial para él. Un pequeño engaño de que todo estaba bien y que todo continuaba normal...

Se detuvo en la puerta de la cafetería y un bulto de nieve fue la tumba del cigarrillo antes de entrar y sentirse arropado por la calidez del local. Enseguida llamó su atención el samurai allí parado junto al protegido del Shogun, el rubio parecía una pegatina colocada en el album equivocado con aquellos ropajes y su edad, pero no le juzgaba, por el contrario, respetaba mucho aquel valor de arraigarse a sus antepasados y costumbres sin dejarse contaminar por todo aquel modernismo que ya a esta altura parecía un cáncer a la sociedad japonesa.

Con una inclinación de cabeza le saludó al llegar a su lado apenas murmurando su nombre y volviéndose al pelinegro que le había citado - Buenas tardes Izaya-tan. Espero no haber llegado tarde. - tampoco tomó asiento.

Al sentir la presencia de alguien acercándose bajó el celular. El frío era tal afuera que la presencia de ambos emanaba frío, pero el lugar tenía calefacción, en parte por eso lo había escogido, no le gustaba andar tan abrigado siempre. Por más que llevaba su remera escote en V y una chaqueta agrigada negra con peluche crema en sus bordes no le gustaba estar con bufandas y similares... claro, la situación lo exigía así que tenía una de color blanco que le quitó a Shiki.

Enseguida ofreció con un gesto de la mano asiento al rubio y al llegar el pelirrojo también le ofreció. La mesa contaba con tres sillas, dos enfrentadas a la que el pelinegro ocupaba. Enseguida llamó al mesero para que ordenasen algo - A mi cuenta. Ordenen lo que deseen. Quizás la charla se pueda extender un poco. - les ofreció dejandoles un espacio para que ordenasen. El mozo tomó las ordenes y el pelinegro esperó a que se retirase para poder continuar hablando. Dejó el celular de lado, con la pantalla hacia arriba, sobre la mesa. Se veía en esta el chat que el Yakuza frecuentaba bajo un seudónimo femenino, Kanra.

Al estar los tres solos les ofreció mochi antes de hablar. - No sé si están enterados de la fiesta que se organizará en la mansión, "La Casa", ya saben. Una fiesta de Navidad, de máscaras. ¿Han escuchado algo de eso? -

Saludó a su amigo, Kazamoto-sempai, devolviéndole la cortesía y el susurró con amabilidad. Notó su vestimenta formal, y aquella bufanda tan extrañamente apretada alrededor de su cuello; siempre había sospechado que aquel guardaespaldas sufría, pero verlo de aquella forma tan clara, con una prenda apretada en su cuello cómo el nudo de una horca, hizo que su sospecha fuese confirmada de alguna manera sutil.

Se sentó, respetuoso, en la silla que le ofrecía su superior. Escuchó sus instrucciones y le pidió al camarero una taza de té negro y una porción de sakura mochi; no dijo anda más por el momento, esperando oír las razones de aquel inusual encuentro. Miró fijamente a Izaya-san, siempre con su mirada celeste totalmente imperturbable, rechazando con un movimiento de cabeza el dulce que les ofrecía. Al oírlo, recordó algunos rumores que había oído entre los jefes de pandillas mayores sobre una gran fiesta en un lugar lejano. Tales asuntos no le gustaban a Tsugaru, quién sabía demasiado bien que aquellos festejos sólo eran una excusa para la matanza.

-Izaya-san- dijo su nombre, tomando la palabra –Existen rumores entre los hombres que trafican sobre tal reunión. Se dice que asistirán una gran cantidad de personas, sobretodo extranjeros poderosos. Aparte de eso, no sé mucho más- Miró un momento hacia afuera, para revisar si alguien los observaba – Si me permite decirlo, cuando se reúne gente de tanto poder en un mismo lugar, no sale nada bueno. Todos quieren conservar su poder y arrebatárselo a otros, bien sea por la fuerza de las palabras o por la violencia. Al ser una Organización que no puede ser vencida con manipulación, intentarán provocarnos o intentarán asesinarnos; usted sabe muy bien que los extranjeros pueden mentir sobre sus creencias y cometer atrocidades incluso en su fiesta más sagrada-

Su voz se silenció, al considerar que ya había dicho suficiente. Miró hacia abajo en señal de respeto hacia ambos hombres, y juntó sus brazos dentro de las mangas de su abrigo para espantar el frío.

Se quitó la chaqueta cuando recibió la invitación y autorización del de mayor cargo de sentarse murmurando un agradecimiento, doblando al medio vertical su chaqueta la dejó colgando por el medio horizontal en el respaldo de la silla antes de sentarse, solo deshizo los giros sobre su cuello de la bufanda dejándola colgando de sus hombros. Sí, era su horca a la vez de su cuerda salvadora de la cordura de continuar día a día con una sonrisa, por eso mismo evitaba quedarse solo, no era tan masoquista... o quizás era más cobarde temiendo a sus propios recuerdos y a su corazón que a una espada afilada o a un arma apuntada a su cabeza.

Ordenó luego de su compañero pidiendo también té negro, un tougei de sake y dos palitos de bocchan dango, el famoso dango tricolor dulce que normalmente se servía en verano, pero el guardaespaldas lo comía cada vez que podía. Apenas miró el celular ajeno y se quitó los lentes de tinte oliva y los dejó también sobre la mesa. Aceptó el mocchi comiendo con tranquilidad mientras escuchaba las palabras de ambos, apenas un gesto consternado en el momento que se mencionaba la violencia del arrebato del poder... aunque en realidad solo llegaba al centro un poco ácido de la frutilla, al parecer aún verde por la fecha quitando un poco el encanto del dulce y quizás la razón por la que su superior no los había comido.

Terminó de comer el dulce solo por educación pero un tanto obligado antes de tomar la palabra. - Escuché rumores, al parecer están obligados a asistir los líderes de cada mafia. Lamento no saber más. ¿Se le ha comunicado a Shiki-sama de esto?- sus palabras fueron cortas y precisas, incluso no traían el humor de siempre, se le notaba un poco triste, algo extraño en su semblante diario, pero últimamente su corazón comanzaba a apretarle acercándose la fechas de navidades... su primera navidad solo...

La opinión de ambos dada se sonrió mientras bebía cortos sorbos de té, no le gustaban aquellas tazas tradicionales prefiriendo las de estilo inglés pero no se quejó, solo deslizaba su dedo por el borde de la taza, un gesto que le había visto hacer al pelirrojo cuando bebía cualquier bebida, sobretodo cuando pensaba o se concentraba.

Asintió cuando terminaron y colocó sobre la mesa el papel que tenía las pautas de la fiesta. Una hoja de computador impresa solo con una lista. El pelinegro se enserió y suspiró - Quien dejó esta información en la mesa de Shiki-sama en su oficina es la chica negociante que ha desaparecido, se dice que ha desertado a su trabajo. Probablemente cambiado su nombre y huido del país ya que los tres sabemos como es la única manera de salir de esta organización.- acercó la hoja a ambos mientras miraba como el mozo regresaba con las ordenes dejando delante de cada uno lo que habían ordenado.

La hoja dictaba.

-Es una fiesta de antifaces
-Se permiten armas
-Es por parejas
-La fiesta sera el viernes
-Se cerraran las puertas cuando todos esten dentro
-Los lideres estan OBLIGADOS a ir

Escuchó las palabras del joven aprendiz mientras miraba con cuidado las instrucciones que yacían escritas en aquella hoja. La mención de armas, disfraces y obligaciones tan sólo confirmaba sus sospechas de una trampa. Más aún si dichas instrucciones eran dadas por alguien que había huido de sus responsabilidades con la Organización.

Tomó un sorbo del té que le había traído el muchacho que atendía aquel lugar. Pensando cuidadosamente en las posibles situaciones que se darían bajo aquellas circunstancias. –Disfraces para ocultar los rostros, parejas para aparentar y armas para hacer realidad las ambiciones- dijo con calma –Todo dentro de un lugar cerrado. Bastante sospechoso…- Dio otro sorbo a su té antes de mirar al pelirrojo –Sempai, usted tiene mucha más experiencia que nosotros en éstas cuestiones. ¿Qué opina sobre éstas normas que le han dado al Shogun?- Preguntó con cautela para no ser escuchado por nadie más que sus compañeros.