Segundo encuentro con Alemania. [Priv. Luciann]

Caminaba el varón de lentes por los barrios bajos, allí donde la sexualidad y el crimen eran casi una bandera. El kabukicho, barrio rojo de Shinjuku, en Tokio. Allí, como pedro por su casa, caminaba el líder de la mafia de japón que, casualmente, no era de allí, sino de América, una casualidad fruto de una serie de acontecimientos que... Bueno, daba igual en ese momento. Con toda la cara del mundo, había situado algunos de sus locales cerca del edificio donde estaban las oficinas del gobierno de Shinjuku, en cuando a los locales... Bueno, el líder era conocido por su enfermedad mental, una psicosexopatía que aparte de hacerlo inmune a las emociones y al miedo, hacía que tuviera un deseo mucho mayor de lo normal, de esto podría deducirse que más de la mitad de los locales que Relier regentaba eran prostíbulos, aunque tenía establecimientos de todo tipo repartidos por Japón.

Sus escoltas no estaban en ese momento, pues el líder les había dado permiso para disfrutar un poco del día, bastante tenían ya con lo suyo y qué menos que diversión para desestresar y, al mismo tiempo, motivar. Portaba un refresco en su mano, teniendo la otra libre, su modo de defenderse estaba dentro de su ropa, un par de armas y un móvil para comunicarse con cualquiera que estuviera por ahí, no necesitaba más, menos aún en su territorio.

- Luego supongo que iré a entretenerme yo también. - Pronunció en voz baja, murmurando para sí mismo sus planes para dentro de unos minutos. Estaba ahora, después de un rato caminando, sentado, en un banco, y mirando hacia arriba. Lo que cambiaban las cosas... hasta hacía no demasiado, únicamente era un prostituto y, ahora, ahí estaba, de líder de algo tan grande como una mafia. Sonrió, y su mente empezó a trabajar mientras se desentendía del resto del mundo.

Quizá sería por la hora, pero poco a poco empezaba a haber más gente recorriendo el barrio, bien bien... Eso significaba una mayor fuente de ingresos para Relier. La mirada de éste fue recorriendo el lugar, con discreción, y percatándose de la llegada de una extranjera, ¿cómo lo sabía? Bueno, su apariencia distaba bastante de lo habitual entre las japonesas y no recordaba haberla visto antes, lo cual para él era un sinónimo de visitante, además, ¿por qué iba a pasearse por ahí una mujer japonesa a sabiendas de lo que podría pasarle? Precisamente eso fue lo que hizo que el líder se levantara de donde estaba sentado.

Caminó sólo un poco, pues primero quiso ver dónde estaba mirando la extranjera, ¿uh? Miraba uno de sus locales de temática árabe... ¿Estaría interesada en alguna de sus chicas? Bueno, así tenía ya excusa para poder acercarse a pesar de que realmente no la necesitaba.

Volvió a caminar, con tranquilidad, y con las manos en su espalda, sonriendo de forma calmada. Se detuvo a sólo un paso de la pelirroja, y se inclinó sólo un poco, para poder hablarle bien. - ¿Interesada en las árabes? - Preguntó, divertido, y todavía sin mover las manos, a ver qué tal iba la conversación... - Puedo invitarte a una, si gustas. - Soltó a continuación, más en broma que en serio. Tampoco es que le costara mucho invitarla y además, así podía aprovechar él y entretenerse un rato, que falta le hacía.

Se alejó entonces un paso, sin quitarle la vista de encima. Al menos, no se iba a aburrir, aunque sólo fuera a entretenerse charlando con aquella mujer que, además, le causaba curiosidad ya que estaba ahí. O buscaba algo en concreto, o era idiota; una de dos, en la mente del varón no cabían más opciones posibles.

- Sí, el erotismo es la principal razón de este local en concreto. - La prositución era ahí algo meramente secundario, que quedaba en un segundo plano casi, y la principal atracción de ese local eran esos bailes, sensuales, eróticos, eran una delicia para los ojos. Le parecía algo extraño que una mujer le dirigiera esa mirada de emoción cuando la estaba invitando a un local que, si bien no era su función principal, podía haber prostitución. Como le importaba poco la salud mental de aquella jovencita, se limitó a decir que sí con la cabeza a la petición, sí, la invitaría.

- Como supones, el hecho de que este sitio sea seguro es debido a la mafia que rige todo esto. - No se daría a conocer aún, ya habría tiempo para eso, además, quería ver qué cara pondría o si se lo tomaría a broma o, en general, cómo reaccionaba. Sin más, el chico empezó a caminar hacia el interior del local, como si nada, y haciéndole señas a la pelirroja para que lo acompañara al interior.

- Entra y siéntate por aquí, o comenzarán sin ti. - Se había asomado un poco a la puerta para avisarla de eso y tras esto, el chico tomó asiento en una zona algo más pública. Para los bailes privados tenían habitaciones, y ahí sí se podía hacer de todo, en donde estarían, sólo se podía mirar, nada más, incluso Relier tenía cierto respeto a pesar de cómo era de carácter. Sin más, él estaba ya sentado y, cuando llegara aquella pelirroja, comenzaría el siguiente espectáculo, eso claro, si ella quería.